En Mesopotamia el destino del ser humano tras la muerte no terminaba en la disgregación del cuerpo y en su desaparición, sino que una parte del fallecido iba a parar al inframundo, un lugar sin retorno hasta para los mismos dioses. Los demonios que vigilan ese infierno son carceleros o torturadores, están para impedir que los prisioneros escapen de su condena. La maldad y los horrores pertenecen a la vida terrena nunca al más allá. Los demonios acechan al ser humano para dañar su existencia: las enfermedades e infortunios son producto de intervenciones diabólicas, para librarse de ellas se invocan a los dioses y se ejecutan exorcismos.
Egipto desarrolló dos ideas que serían fundamentales en el judaísmo, el cristianismo y el islam: la idea de que la vida de ultratumba estaba vinculada al cuerpo, de ahí la momificación y la idea de una vida eterna con premio o castigo tras un juicio divino a los difuntos; la idea de una bondad ética frente a una maldad demoníaca. Los egipcios contribuyeron al desarrollo de las prácticas mágicas introduciendo la importancia del ritual: el sacerdote si llevaba a cabo correctamente los rituales y empleaba las palabras exactas podía imponer su voluntad a los dioses.
Los griegos concebían a los dioses como parte del cosmos, habían surgido de la naturaleza, eran una especie de seres superhumanos e inmortales o casi inmortales que no se diferencian del común de las personas, también podían padecer sufrimientos y ser arrojados al Tártaro. El Tártaro era una región abisal de los dominios del Hades, el inframundo del inframundo más terrible donde los dioses encerraban a sus enemigos. En la religión griega lo demoníaco se asociaba a los seres humanos y sobrehumanos diabólicos enemigos de los dioses, los demonios no eran hostiles a las personas.
En el mazdeísmo frente al Espíritu Bienhechor se posicionaba una especie de Satanás, Espíritu Destructor señor de la materia, el engaño, las tinieblas, el mal y la muerte. A las órdenes de este diablo había huestes demoníacas variadas con diferentes nombres, y como corresponde a una religión cuyo origen geográfico se sitúa en tierras frías donde el sufrimiento lo producía el hielo y no el fuego, el infierno mazdeo no era ígneo sino gélido.
La palabra magia tiene su origen referida a los magos del oeste de Irán, fruto de un peculiar sincretismo que se dio durante la época aqueménida fusionando las doctrinas de los magos iranios y la brujería de los sacerdotes caldeos. Este tipo de magos trataban de propiciarse tanto las fuerzas del bien como las fuerzas maléficas; algunos de ellos creían que podían conseguir lo que quisieran de los demonios si les rendían pleitesía, y para obtener sus dones eran capaces de llevar a cabo los rituales más horribles. En la Roma imperial los magos fueron asimilados a los asesinos y a los envenenadores, la práctica de la magia o la posesión de libros de magia se castigaba con la crucifixión o arrojados a las fieras. Existe una gran diferencia del significado de la palabra mago entre los idiomas europeos y los idiomas del mundo árabe; en la cultura europea el mago es una especie de hechicero o brujo, en las culturas derivadas del islam mago significa mazdeísta.
El maniqueísmo fue el primer intento consciente de crear una religión universal que aceptara todas las revelaciones divinas reconocidas por Mani. Los maniqueos rechazaban el Antiguo Testamento y consideraban al dios veterotestamentario una entidad diabólica cuya religión era una religión del mal. Para ellos Dios es luz, la luz de la bondad, inteligencia y belleza, mientras Satanás, Lucifer es el señor de las tinieblas: maldad, horror, fealdad, su poder es la fuerza bruta del deseo insensato.
Satán en hebreo significa: acusador, enemigo, adversario; se refiere a cualquier enemigo sin connotación demoníaca alguna. En el judaísmo posterior a la destrucción del segundo Templo los ángeles luciferinos desempeñan un papel fiscalizador, ponen a prueba a los seres humanos, tientan, acusan; son ángeles obedientes a Dios, no existe la noción de ángel caído, no se concibe que un ángel pueda pecar. Seres que pueden considerarse demoníacos son los shedim, criaturas entre lo humano y lo angélico, pero no son ángeles, son enemigos maléficos hostiles al ser humano, propiciadores de todos los males físicos o psíquicos. El rey de los shedim es Asmodeo, un demonio de origen irano-mazdeo; asociada a este demonio, se encuentra Lilith, la primera esposa de Adán que se fue a vivir al reino de Asmodeo y demonios varios, se unió sexualmente con ellos convirtiéndose en la madre de multitud de demonios.
El cristianismo heredó la demonología judía pero no la concepción demonológica. En la traslación de la Biblia al griego se traduce la palabra satán como diábolos, este término tiene una connotación más negativa en griego que en hebreo: al sentido de adversario se añadía el de calumniador, falseador y mentiroso. La versión origen de la cosmovisión cristiana de los demonios será la del ángel caído o derrotado en la rebelión de Lucifer contra Dios y arrojado a los infiernos. En los evangelios las fuerzas demoníacas tienen una mayor presencia que en el Antiguo Testamento, Jesús se enfrenta tanto con Satanás (lo satánico) como con los espíritus inmundos (los demonios); los exorcismos se practican con tanta naturalidad como los milagros de sanación; las posesiones demoníacas se daban igual que la ceguera, la parálisis o cualquier otra enfermedad física o psíquica. Los demonios, los ángeles caídos pertenecen a distintas categorías y conservan una jerarquía similar a la del mundo angélico; en la cristiandad occidental sus nombres y su función proceden de diferentes idiomas y culturas. En la religión cristiana el demonio es el enemigo de Dios antes que del ser humano, es una figura terrorífica, rey de las profundidades infernales que se pasea por la superficie de la Tierra para tentar y poseer a los seres humanos; el exorcismo es la única manera de mandarle de vuelta al infierno.
El islam incluyó la creencia árabe preislámica de los yinn, se aceptaron con naturalidad, como algo que todo el mundo sabía que existía y no tenía sentido negar. Los yinn son una categoría intermedia entre la naturaleza similar a la humana y las facultades sobrehumanas de los dioses. Los yinn fueron creados del fuego sin humo antes que los seres humanos y los hay buenos y malos. Los yinn maléficos adoptan formas dañinas, peligrosas e inmundas, los hay de diferentes tipos, nombres y características. La demonología islámica piensa que los diablos no son ángeles caídos sino yinn rebeldes. Aunque algunos autores sostengan que Iblis (el Diablo) era un ángel, la idea predominante es que se trata de un yinn, pues de haber sido un ángel su naturaleza le habría impedido desobedecer a Dios; la noción de ángel caído carece de sentido en el islam. El infierno musulmán no es el dominio de Satán, ni su morada, es un inframundo terrorífico de tormentos. El fuego es el castigo divino, el castigo infernal. La brujería, la magia y la adivinación entendidas como prácticas que pueden dañar a las personas, están prohibidas en el islam, sin embargo los amuletos y talismanes están muy difundidos entre los musulmanes.
El yazidismo es una religión independiente y original producto de un variopinto y extraordinario sincretismo que va desde las tres religiones del libro, pasando por el mazdeísmo, maniqueísmo, gnosticismo hasta el paganismo y el chamanismo. En el Oriente Medio se les conoce a los yazidíes como "adoradores del diablo" término inapropiado, ellos veneran a un ángel que consideran el mejor de todos los ángeles porque prefirió la condenación eterna antes que postrarse ante Adán; y su devoción extrema sólo les obliga a rendir culto a Dios.
A lo largo de los capítulos de este interesante ensayo se muestra que en el imaginario judeo-cristiano-islámico el diablo es el enemigo de los seres humanos, y como del pensamiento mítico bebe el pensamiento religioso, la reflexión filosófica y la expresión artística del demonio y sus representaciones.