Un dios es lo que hace, su aspecto es su esencia. Pan, el dios-cabra, representación de Satanás en el imaginario cristiano: cuernos, pezuñas, cuerpo peludo; contraposición de Cristo, la muerte de uno supone la vida del otro. Pan, dios errante y fálico, gobierna la masturbación, práctica ampliamente extendida, se aprende de forma espontánea, ocupa todas la edades y se da en diversas especies de animales; la culpa es inherente a la masturbación, pero también privada de vergüenza y conflicto no es otra cosa que una necesidad fisiológica que alivia la angustia. Pan el libidinoso, domina las relaciones sexuales, persigue a las ninfas para poseerlas provocando la fuga de estas y su propia frustración; las ninfas (brujas en el orbe cristiano) pertenecen al mismo paisaje de nuestra esencia interior que Pan, excitan la imaginación, estimulan la fantasía, provocan la locura y también su curación. Pan, divinidad que representa la naturaleza, fuerza generadora primigenia, impulsa la defensa del medio ambiente y el retorno al ecologismo. Al mismo tiempo que encarna el hábitat natural (bosques, ríos, praderas, etc. nunca lugares urbanizados, sus santuarios son las cuevas nunca los templos construidos), representa lo mejor y lo peor del instinto humano, de los lugares más oscuros de la psique; el miedo, el pánico (de Pan) forma parte de las emociones humanas, va a existir siempre, forma parte del ser de las personas, juega un papel fundamental en ceremonias de iniciación (el objetivo del héroe es derrotarlo); todo miedo no es miedo a la muerte sino a la nada. Pan, el demonio de la pesadilla, el ephialtes que salta sobre el durmiente, le cubre y detiene su respiración, nos ofrece la llave que abre la puerta a encontrar lo perdido, a eludir lo reprimido, el retorno a la imaginación sin cortapisas de lo real; alucinaciones, sueños terribles y fantasmagóricos que aterrorizan a quien los padece; los médicos antiguos consideraban la pesadilla como una enfermedad, algunos las asociaban con los ataques epilépticos, el origen de la pesadilla lo atribuían a problemas digestivos, se creía que los demonios entraban en el cuerpo humano por la comida. A Pan se le achacan las patologías mentales, pero también su cura a través de los sueños, el dios que provoca la locura puede librarnos de ella: lo semejante cura lo semejante.
Los sentidos nos engañan, las imágenes que transmiten la verdad sobre el mundo deben ser purificadas de sus elementos antropomórficos, la fantasía y la conducta son dos reinos diferentes. La mitología y religión constituyen aspectos sui géneris de la vida y de la naturaleza, pertenecen al ámbito de la construcción del alma. Cuando todo se quiebra se mira al origen, hacia atrás para tomar impulso y moverse hacia delante. En momento de crisis la historia occidental tiene dos caminos, nos dice el autor: el hebraísmo, monoteísmo de la consciencia, camino único de una única dirección, rigidez sin renovación alguna, sermones culpabilizadores; o el helenismo, politeísmo de la consciencia, caminos diversos de diversas direcciones, fomenta la renovación, espontaneidad, no necesita librarse del mal, trasfondo policéntrico. Nuestro concepto religioso es monoteísta, pero cuando aparece la fantasía se fragmenta el sistema y regresa el politeísmo griego, regresa una Grecia mítica gloria del pasado, la perfección formal de la belleza, la lucidez de la mente, el germen de la idea de idea, el comienzo de la cultura occidental. Los mitos griegos sirven de un modo menos específico como una religión y de un modo más general como una psicología, una búsqueda de la iluminación psicológica. Las imágenes míticas describen el instinto; los instintos representan modelos míticos: los mitos son terapéuticos. Los mitos griegos permanecen en nuestra consciencia hasta hoy, en un paisaje interno en el que moran los arquetipos en forma de dioses. Si queremos conocernos a nosotros mismos debemos retornar a la Grecia clásica.
El mundo de Pan incluye masturbación, violación, pánico, pesadillas y enfermedad (entre otros atributos); los procesos míticos no se pueden entender como cambios o progresos de perfeccionamiento moral de la conducta, en el mundo mítico rigen otras leyes. "Para la psicología profunda los temas y personajes mitológicos no constituyen simples objetos de conocimiento, se trata de realidades vivientes del ser humano que quizá ya existen como realidades psíquicas incluso antes que su manifestación histórica y geográfica". Sólo cuando el mito es reconducido hacia el alma, sólo cuando el mito asume importancia psicológica se convierte en una realidad viviente necesaria para la vida y deja de ser artificio literario, filosófico o religioso.