lunes, 17 de junio de 2024

JOHN KEEL; "LAS PROFECÍAS DEL MOTHMAN".

En Point Pleasant, un pueblo tranquilo de 6000 habitantes (22 iglesias y ningún baile), limpio, bien gestionado, próspero, de gentes educadas, de empleados cualificados en la industria local que llevan vidas tranquilas; los testigos afirman haber visto un humanoide alado, todos ellos coinciden en ciertos rasgos básicos: color gris, altura superior a dos metros, ojos grandes y redondos de color rojo brillante, alas de gran envergadura desplegadas a su espalda; una especie de ave sin plumas y cuello alargado que despega de forma vertical y vuela a una velocidad superior a los 100 km/h. Esta criatura como salida de una ilustración de un libro de demonología es bautizada por un editor anónimo con el nombre de Mothman. Las apariciones cargan el ambiente de siniestros presagios y terribles premoniciones. Guiados por el marco de referencia que les es más familiar: la religión, algunas voces señalan que quizás se trata del mismísimo diablo. Cuentan las crónicas que los nativos de la región debían intuir malas sombras respecto a esas tierras porque siempre las evitaron. Sea cual sea la naturaleza del fenómeno, la presencia de un ente de rasgos demoníacos en noviembre de 1967 en una pequeña ciudad, casi olvidada, de Virginia Occidental se convierte en un hecho histórico. 

No es un caso único ni original, el folklore de cualquier cultura está plagado de visitantes misteriosos: absurdos humanoides alados, pájaros de gran tamaño biológicamente imposibles, pterodáctilos venidos del pasado o monstruos con alas de murciélago. Retrotrayéndose en el tiempo, entre 1877 a 1880 en el distrito de Brooklyn en Nueva York se exhibía acrobáticamente por encima de los ciudadanos que le observaban una criatura que no era descrita como un pájaro sino como una especie de hombre de negro con alas. Avistamientos de este tipo continuaron dándose durante décadas hasta la aparición de los platillos volantes que acabaron eclipsándolos. Estas extraordinarias garudas sean ángeles o demonios suelen estar vinculadas a fenómenos luminosos, aparecen en áreas donde ha habido o hay actividad OVNI y tienen el hábito de dejarse ver durante varios días. Semanas antes, y al mismo tiempo de la eclosión del Mothman se escucharon todo tipo de sonidos singulares por la noche, se reportaron diversos avistamientos de luces y objetos misteriosos, y se denunciaron que alguna fuerza desconocida se dedicaba a estropear equipos electrónicos y fotográficos. 

La publicidad del caso lleva a los curiosos a viajar cientos de kilómetros con la esperanza de poder ver al Mothman y la casuística OVNI que le acompaña; numerosos grupos de personas venidos de diferentes estados se congregan cada noche para observar el cielo. El número de testigos de anomalías se incrementa considerablemente; mujeres y hombres adultos afirman haber visto la presencia de objetos y entidades no convencionales e incluso describen aterrizajes de naves extraterrestres: luces brillantes, formas multicolor, destellos rojos, resplandores parpadeantes, sonidos discordantes, ramas de árboles rotas, quemaduras en el suelo, animales muertos, sirve cualquier incidente para aportar evidencias del fenómeno. Los acontecimientos hacen trizas el criterio de verosimilitud, desafían las leyes de lo real, rompen la estadística; el rumor es el marco de referencia en el que se contextualiza la experiencia, casi todo parece posible, hasta que se haga realidad la profecía del Mothman: un puente de hierro repleto de coches inmersos en un atasco en plena hora punta, se desploma en un tramo del río Ohio. Algunos testigos han visto al Mothman sobrevolando el puente justo antes de que se viniese abajo. 

Concluye el autor que los objetos volantes no identificados nos han estado acompañando desde los albores de la humanidad, la mayoría de las manifestaciones que acompañan a estos fenómenos simplemente no se corresponden con el patrón de comportamiento que se espera de una inteligencia superior proveniente de otra galaxia, muchos de estos eventos que parecen extraordinarios pueden tener una explicación más que racional. A él ya no le interesan las variopintas manifestaciones del fenómeno, por el contrario persigue el origen del fenómeno en sí; no le interesan las creencias sino el mecanismo cósmico que las genera y perpetúa. De eso se trata.