Una calle cualquiera en una noche cualquiera, cansado y falto de reflejos, a la vuelta del trabajo, el conductor de una furgoneta atropella a un joven motorista: moto y motero salen volando por los aires, y el furgón descontrolado impacta brutalmente contra una valla y una columna. Ambos accidentados son trasladados al hospital en estado de gravedad. Intervenidos quirúrgicamente de urgencias, el conductor de la furgoneta fallece a los diez días, dejando esposa e hijos; mientras, el joven motero se va recuperando lentamente del coma, es un chico fuerte, su vitalidad es admirable y los milagros ocurren. No recuerda nada del accidente, no recuerda nada de quién es, no reconoce a quien le rodea; hay que darle tiempo y mantenerlo en observación. Una mañana calurosa a principios de verano, el muchacho recupera la consciencia, comienzan a aflorar frases de recuerdos: durante la entrega de un pedido; dicen que son mis familiares, mi madre, mi hermana; me están confundiendo con otra persona; ¿pueden llamar a mi mujer y a mis hijos? Doctor, ¿qué significa esto?, ¿confusión mental?, ¿daños cerebrales?, no, la tomografía computerizada no ha detectado ninguna anomalía en el cerebro. Pero, no se reconoce en su cuerpo, no se reconoce en su mente, no es él, parece que hubiese tomado la identidad de la otra víctima del accidente fallecido justo en el mismo momento que él despertó del coma, es como si el deseo de seguir con vida hubiese transferido la consciencia del uno en la mente del otro. Renacer con otra personalidad habitando tu cuerpo es un absurdo, una auténtica locura. Se siente solo, abandonado, lejos de todo y de todos. Tienes que hacerte a la idea de que eres un chico de 17 años con toda la vida por delante, deja que la vida vaya fluyendo, que las cosas vayan pasando a su ritmo, no se puede forzar, deja que los recuerdos vengan a buscarte.
Regresa a su casa, el perro le reconoce, sabe quién es. Su cuarto, los muebles, la decoración, las fotos,... le gustan las motos, descubre su entorno. Aprende a convivir con dos personalidades, con dos presencias: la que permanece viva y la que está muerta. Es terrible sentir que uno no es sólo uno mismo, en un adolescente habita un hombre adulto de 42 años; ¿es un caso de posesión o de desdoblamiento de la personalidad? Voces interiores cuestionan los contritos remordimientos, ¿qué está pasando?, ¿es justo que pase?, ¿merece estar vivo?, ¿por qué tuvo que morir? Los sueños despiertan la verdadera consciencia del que fue. No siempre el pasado es hermoso, los recuerdos a veces es mejor que no vuelvan. Todo depende de como uno quiera afrontar los hechos. Hay que valorar las cosas que realmente importan, ordenar los sentimientos, las relaciones personales, cuidar la familia, asimilar el dolor y la tristeza. Llega un momento en el que te preguntas: ¿y si fuera posible, por qué no, que las dos consciencias coexistieran sin arrepentimientos?