El caballero cargado de amargura, perdida en la batalla su fortuna y su ventura, camina en la noche triste, negra, sin estrellas y sin luna. Camino de sombras el paisaje. Se lamenta por no tener una patria a quien cantar, ni una comarca, ni una tierra provinciana, ni un pueblo, ni una casa solariega y blasonada en la que nacer, ni unos objetos dejados por sus antepasados, ni siquiera el retrato de los recuerdos; sin embargo, hay una posada, un lugar prestado donde poder cantar a todas las tierras, a todos los huertos, a todos los amores, porque todas las tierras, todos los huertos y todos los amores son nuestros. Mantener una voz que permita soñar, que pregunte sin hacer daño, que no hiera el despertar, una voz cordial y clara, una voz que apague la sed del peregrino cansado.
La vida es una carrera de obstáculos, vamos saltando unos y otros, nos vamos cayendo y levantando, vamos dando brincos y vueltas, vamos girando; la vida es una rueda voraz, un carrusel de festines, el que come a unos es comido por otros, un banquete sin tregua. Trabajar y trabajar para que todo gire y no pare de girar. Al hombre nada se le da de balde, el mendigo paga con creces la limosna y el héroe el laurel de su conquista. Nadie va más allá de sus tinieblas, todos se mueven por los sórdidos intestinos de la historia, es inutil huir. Así es la vida, pequeña, ligera, humilde, pasar y sólo pasar que ni el alma ni el cuerpo se acostumbren a pisar el mismo suelo. El hombre no es dueño de la muerte, ni la muerte del hombre, ambas se encontrarán en el tiempo. Si se apaga el fuego, si se para la noria o el péndulo, si el pozo se seca como la memoria, somos despojos divinos pudriéndose desde el origen. Al fin todo es despojo.
Versos tristes, serenos, libres siguen las huellas del silencio y se agitan por el ruido lejano. Palabras del alma que mantienen la esencia propia de la usanza del tiempo. Versos desnudos de adornos, como la voz y el compás de la vida. Cada hombre encuentra un camino nuevo, inexplotado, que descubre en su caminar.