Diversas culturas consideran las alucinaciones como un estado de conciencia especial derivada de una condición espiritual o una situación privilegiada. En otras culturas las alucinaciones están estigmatizadas: las personas temen mencionar que las padecen por miedo a ser considerados psicóticos. Las primeras menciones al uso de la palabra alucinación las encontramos en el siglo XVI, hacen referencia a "la mente que divaga"; es en el siglo XIX cuando adquiere el significado actual, "visión o sensación imaginaria creada por la mente sin previa percepción de los sentidos". Las alucinaciones siempre han formado parte de la conciencia humana. ¿Qué ocurre en el cerebro para que la imaginación sobrepase sus límites y genere una categoría única de la conciencia y la vida mental denominada alucinación? Las alucinaciones son distintas a lo imaginado y se diferencian de los sueños: se confirman de manera fisiológica, conservan la conciencia crítica, el discernimiento, se perciben de forma muy real aunque no son reales, están llenas de sorpresas, ocurren de manera autónoma, involuntaria (aparecen y desaparecen cuando ellas quieren, no cuando el sujeto quiere) pueden ser ocasionales (de una sola experiencia) o estacionales (aparecen y desaparecen en un determinado periodo de tiempo) o pueden durar toda la vida, existe una amplia variedad que van desde lo más estereotipado a lo más extravagante, las hay benignas y agradables o terribles y molestas. Las alucinaciones sorprenden al receptor y suelen recordarse con gran detalle, esta es otra característica que las distancia de lo imaginado y lo soñado.
Las alucinaciones surten los cinco sentidos, ocupan cualquier modalidad sensorial; pueden ser visuales, auditivas, táctiles, gustativas u olfativas, se pueden dar por separado o de forma combinada entre todo ello y a veces producen una sensación de déjá vu. Las causas son tan diversas como las experiencias alucinatorias. La ceguera, la visión dañada y la monotonía visual al igual que la sordera, la audición dañada y la monotonía auditiva producen efectos alucinatorios de imágenes y sonidos. La migraña, la epilepsia (Hipócrates la consideraba la enfermedad sagrada), la esquizofrenia, algunos trastornos neurológicos, psiquiátricos y psicológicos, la ansiedad, la privación de sueño, el agotamiento y la tensión física, problemas emocionales, la desaparición de un ser querido, la amputación de miembros, diversas drogas o medicamentos, el alcohol, una atmósfera profundamente delirante, etc. pueden ser el origen de voces, sonidos, visiones, olores, ataques de éxtasis, levitaciones, síndromes, delirios, distorsiones temporales; una larga lista de realidades físicas multimodales que parecen emanar de una fuente externa al sujeto y que algunas de ellas hasta el siglo XVIII se atribuían a seres sobrenaturales, ángeles o espíritus, demonios o dioses.
Los fenómenos alucinatorios son tan antiguos como el cerebro humano, ocupan un lugar importante en nuestra vida mental y social. Cuando se estimulan en el cerebro un gran número de funciones complejas, la mente se libera de las limitaciones de la realidad y es capaz de generar experiencias alucinatorias; posiblemente estas vivencias han sido el alimento de nuestra cultura, fundamento del arte y la religión. Como escribe el autor de este ameno y sugestivo ensayo: "Las alucinaciones son capaces de excitar, desconcertar, aterrar o inspirar, conducen a la creación del folklore y los mitos de los que ningún individuo y ninguna cultura puede prescindir del todo".