Según la posición de las naves estelares, el ataque científicamente tan ligero, tan fluido, tan fácil; era trabado, torpe, forzado. Las tropas enemigas no concedían ni un solo avance, vencían porque improvisaban las estrategias defensivas adecuadas para poder variar el ritmo de la batalla. Años de organización y entrenamiento en pantallas y simuladores, años de aprendizaje sobre el sentido de la guerra acabaron desintegrados en unos pocos minutos, como si aquel sofisticado ejército nunca hubiese existido.