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La poesía de cada cosa, de cada ser vivo o de cada acción surge en el alma de su naturaleza, en lo profundo del pensamiento, del sentimiento, de la vivencia o en la banalidad pegadiza de lo inútil.
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Las palabras sirven al narrador para contar y al poeta para confesar. El poeta portavoz de lo divino (Sócrates), el poeta producto del mercado (lista de ventas); del ser poseído al ser vendido.
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La poesía ornamento del fingidor que compone, adorna, colorea (con natural artificio) su verdad de las cosas. Grata verdad cuanto más compleja es de encontrar y sencilla es de expresar.