A finales del siglo XIX el aventurero ruso Nicolai Notovitch llevó a cabo diferentes expediciones por remotos países; en uno de esos viajes se hospedó en un monasterio budista donde los cordiales monjes le contaron que el espíritu de Buda se encarnó en la santa persona de Issa (Jesús), «quien, sin utilizar el fuego, ni la espada difundió por todo el mundo nuestra excelsa y verdadera religión». Consideraban a Issa un importante profeta, en esencia mucho más trascendente que cualquiera de todos los Dalai-Lamas, desconocido para el pueblo llano, era venerado por los grandes lamas que habían leído los libros sagrados donde se consignan sus hechos: nacido en una familia pobre, alcanzada cierta edad, el niño santo fue llevado a la India, allí estudió hasta hacerse hombre y «predicó su doctrina en Palestina e India…en medio de pueblos descarriados». La mayoría de estos documentos originales, escritos en lengua pali con traducciones en tibetano, se encuentran en el gran monasterio de Lhasa, aunque hay copias repartidas por diversos conventos.
¿Qué cuentan los libracos que el lama prestó a Notovitch, y éste leyó y tomó notas por medio de un intérprete? ‘Grosso modo’, el relato asombroso de las andanzas de Issa (Jesús) por la India, Persia y la región del Himalaya; un hombre políglota que lee los Vedas y se instruye en el hinduismo, el budismo y el zoroastrismo; que predica contra el sistema de castas, contra la adoración de los ídolos y la transmigración de las almas. A los 29 años Issa (Jesús) regresa a Israel, establece contacto con la secta de los esenios, de la que muy posiblemente durante algún tiempo fuera miembro, dentro de este círculo se relaciona con Juan el Bautista. Pasada esta etapa comienza su vida pública que dura más o menos dos años, hasta que es condenado a la crucifixión (castigo reservado a esclavos, criminales, traidores, sublevados, rebeldes, era la forma más ignominiosa de morir), sobrevive a la ejecución; con la ayuda de José de Arimatea se repone de sus heridas. Vivo, en carne mortal, Issa (Jesús) se presenta e incluso comparte mesa con sus seguidores y discípulos; probada su “resurrección” emprende su segundo viaje a Oriente, dos son los motivos principales que le llevan a volver a la India: huir de los lugares donde sus enemigos pueden estar buscándole y llevar su mensaje a los judíos de las tribus perdidas de Israel. Acompañado de su madre María, sale de Jerusalén camino de Damasco (es probable que en este trayecto conociera a Pablo de Tarso, contribuyendo a su conversión), durante dos o tres años recorre miles de kilómetros atravesando Afganistán, Pakistán, Ladakh (el pequeño Tíbet) hasta llegar a Cachemira (parte de sus habitantes son de origen semítico, podrían descender de alguna de las tribus perdidas de Israel, aquellas que Issa (Jesús) andaba buscando).
Issa (Jesús), apodado también con el nombre de Yus Asaf, según la leyenda, vivió el resto de sus días (unos treinta o cuarenta años) en Cachemira; fundó una familia, tuvo descendencia, se dedicó a predicar su palabra por medio de parábolas, llevó una vida modélica hasta su muerte a una avanzada edad, fue venerado como profeta y santo, y su tumba, mejor dicho, la tumba de Yus Asaf con quien se le identifica, se encuentra en el santuario de «Rauzabal Khanyar» en el barrio de Khanyar en Srinagar.
Fuera de los Evangelios de la vida de Jesús sabemos muy poco, casi nada, lo que da origen a especulaciones y leyendas; en este ameno libro nos cuenta una de las más conocidas.