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Por mucho perdón que se pida, por mucho arrepentimiento, por mucho rasgar de vestiduras, por muchas cenizas sobre la cabeza, por mucho acto de contrición hay errores que no se pueden rectificar, cargamos con sus consecuencias toda la vida.
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Sería bueno entonces que, una vez cumplida la hora de la muerte, alguien, un ser espiritual, un funcionario del más allá activo y exigente, nos hiciera una encuesta sobre lo que más o menos nos ha gustado de la vida, y tomara buena nota con el fin de corregir lo negativo y potenciar lo positivo, facilitando así a las nuevas generaciones su existencia y evitar errores innecesarios achacables a la fortuna y no a las malas decisiones del libre albedrío.