¿La isla de Felicia es un país imaginario? Clima cálido
propio de un paraíso tropical. La riqueza mineral, el cultivo de la remolacha
(su raíz es un buen remedio contra los dolores de muelas y de cabeza) y, cada
vez con más auge, el turismo, sustentan su economía. Los turistas invaden los
paseos de palmeras y cocoteros que bordean la playa, y pueblan las terrazas de
los cafés y las típicas tabernas del puerto. La policía mantiene el orden y la
seguridad, vela porque los medios de comunicación (periódicos, radios y
televisión) publiquen la verdad del régimen (no las mentiras de los disidentes
que se arrastran por los pasillos de la ONU mendigando democracia para su
país), defiende los intereses de una oligarquía financiera y terrateniente
vendida a las grandes compañías extranjeras, controla cualquier instrumento de
participación política o social (sindicatos, partidos, asociaciones) y reprime
a la población civil (campesinos y obreros); el pueblo ignorante y analfabeto
durante generaciones debe producir, consumir, divertirse y obedecer y respetar
a sus dirigentes, no preocuparse por nimiedades, el hombre de las botas altas y
brillantes engalanado de condecoraciones, pensará por ellos, un héroe nacional
amparado bajo el palio de la Iglesia. Ah, y cuenta con una fuerza especial de
élite bien entrenada para luchar contra la guerrilla financiada por el
comunismo internacional. Un ejemplo de república bananera perteneciente al
mundo libre neocapitalista. A medida que van pasando las páginas la isla se va
transformando en una península mediterránea en las primeras décadas de la mitad
del siglo XX.
Dictadura militar, corrupción, explotación, desigualdad
social, etc.; la insurgencia, joven e idealista prepara un plan revolucionario
que devuelva los valores de igualdad y libertad al pueblo feliciteño víctima de
un régimen indigno. La trama está servida. Novela, con acento irónico y altas
dosis de crítica, que el autor define de política-ficción, pero también
contiene sus ingredientes de espionaje, acción y suspense, que atrapan al
lector con fluidez.
Víctor Mora, exiliado en Francia donde vive su infancia,
activista político en su juventud y comprometido con los derechos y libertades
siempre; traductor, escritor y, principalmente o por el trabajo que es
popularmente conocido, guionista de comic, por citar algunos de los que yo he
leído: El Jabato, El Corsario de Hierro, El Cosaco Verde… y El Capitán Trueno,
sobre todo El Capitán Trueno, mi tebeo favorito de siempre, forma parte de mi
memoria e ideario personal.