Se apartó el pelo del rostro con mano temblorosa. No quería hablar con sus hijos; insistirían de nuevo para que se mudase a una apacible residencia de ancianos. ¡Todavía no, aún era pronto! Cerró los ojos, le costaba dormir por las noches. A veces se sentaba en el sillón con las luces apagadas, descorría los visillos y desde la ventana miraba la calle. Era lo único que deseaba hacer en el mundo, pensó, ver pasar a las víctimas una y otra vez: ¡ya estaban muertos!