17:00
Empleo el ordenador para
ordenar (como su nombre indica), clasificar y pasar a limpio los escritos.
Desde que se popularizaron estos aparatos siempre he tenido uno, primero
sustituyeron a mi vieja máquina de escribir y luego se fueron sustituyendo unos
a otros según comenzaban a ponerse latosos, se quedaban obsoletos y avanzaba la
tecnología. Sus carpetas, cuadernos y hojas digitales, virtuales o inmateriales
resultan más cómodas que las carpetas, cuadernos y hojas analógicas, tangibles
y reales revueltas en cajones sin orden ni concierto.
17:07
Escribo a mano, a veces
cambio el bolígrafo por la pluma estilográfica para darme el gustazo de
mancharme los dedos de tinta y dejar la huella impresa en el folio, como si me
desangrara.
17:17
Escribo en libretas y
cuadernos preferiblemente de tapa dura, bien encuadernados y, a ser posible,
en dietarios caducados de fecha; pregunto en las tiendas de papelería si les
queda alguno de años atrasados y los compro rebajados de precio. El gozo de
escribir en el pasado. A veces me confundo, vivo alegre en ese día inconsciente
de las desgracias que están por venir.
17:27
Escribo en un cuarto bien
iluminado, soleado, ventilado, rodeado de libros y, cuando se puede, acompañado
de música. No puedo escribir en otro sitio, soy como el monje que el ruido del
mundo le confunde y sólo puede encontrar a su Dios personal en la soledad de su
celda.
17:37
El escenario y la máscara
no hacen al perito en lunas.