El día de la ira donde el mito pasado se funde con el mito presente en el abrazo de la muerte. Un grito pide ayuda para ganar tiempo, para saber qué está pasando, para detener lo que no se puede detener. Pelea a mamporrazos en pleno centro de la ciudad; calles, edificios, monumentos, mobiliario público y vehículos devastados; en medio de la lucha, atrapados y expuestos, los simples mortales ven amenazada su existencia. Siempre al borde del apocalipsis, si cae Thor el mundo caerá con él, pero si abate a su enemigo habrá matado al primer rey de Asgard; ese hecho acarrea la perdida de todos sus títulos y el destierro, así lo dicta la ley sin excepciones ni privilegios.
Consumado el combate, Thor es desterrado, expulsado por toda la eternidad bajo pena capital tanto para él como para quien le ayude a volver. Los amigos no pueden auxiliarle, han jurado fidelidad al nuevo rey de Asgard, sin embargo nada les prohíbe marchar con él: el exilio mejor que el deshonor. Por salvar a los seres queridos, por lealtad a una buena causa se da la propia energía vital aunque eso suponga ceder tanto poder hasta quedar consumido. ¿Para qué sirve la inmortalidad si ya se ha visto todo lo que existe, si se ha perdido la curiosidad?
Vulnerable y casi indefenso, los enemigos urden un complot para eliminar a Thor. ¿Cuánto tiempo más debo pasar guerreando?, se pregunta, ¿es este mi destino eterno? Un dios también necesita llevar una vida tranquila, casarse con la persona amada, formar una familia y cultivar la tierra. Saber la verdad llena el corazón de fe.