La oscuridad y el silencio era total, ningún punto de luz, ningún ruido llegaba a la estancia. Sus sentidos se esforzaron por captar alguna sensación familiar. Allí el tiempo no existía, el mundo no existía. Aquel lugar era un instrumento acusador, como el verdugo de la conciencia que castiga y purifica, y deja desnudas las pequeñas verdades.