Atractiva belleza
suave, ojos claros, sonrisa abatida. La aparente fragilidad es su fuerte. Madre
amable y afectiva, nuera considerada y respetuosa; sin embargo, propensa a
repentinos ataques furibundos de comportamiento autodestructivo. Insolente y
atrevida, independiente y brillante, inteligente y adicta. Aventajada, para sus
años, en experiencia sexual y lecturas (pasión por los hombres y los libros a
partes iguales). Ni escritora, ni artista, inspiradora, personaje literario motor de la
Generación Beat. Historia triste como son todas las historias en las que se es
demasiado joven para morir. Signo roto de una pesadilla gris y trágica.
Loudonville,
barrio de la ciudad de Colonie en el Condado de Albany, estado de Nueva York,
el 4 de febrero de 1923 nace Joan Vollmer bajo la gracia de una familia de posibles
(clase media alta, para entendernos), hija de la Sra. Dorothy y del Sr. David W. Vollmer. Pero todo no es alegría en
la casa del rico, aburrida de una existencia tan económicamente privilegiada como
alejada del mundo que anhela, cansada de luchar contra las restricciones
impuestas por sus padres y frustrada por las continuas discusiones con su madre;
tan pronto como puede pone tierra de por medio, impaciente marcha a vivir la
vida bohemia de la ciudad de Nueva York. Se matricula en el Barnard College,
centro privado femenino de enseñanza superior adscrito a la Universidad de
Columbia donde asiste a las clases de la Escuela de Periodismo. Estudiante
brillante y vivaz, con fama de tener buen ojo para los chicos (a los que aplica
la misma clase de valoraciones sexuales
que ellos, generalmente, emplean con las chicas), aunque es posible que
con la mirilla romántica un tanto desenfocada. El 9 de enero de 1940 en el
Condado de Vance, Carolina del Norte, contrae primeras nupcias con Henry Allan
Keeler, el enlace es anulado en agosto de 1941. Al año siguiente, más por
provocación que por amor, se vuelve a casar en Nueva York con Paul Adams estudiante
de derecho en la Universidad de Columbia, joven apuesto, alto y de cabello
rizado, quien es reclutado por la Infantería de Marina de los Estados Unidos,
acuartelado en Tennessee y enviado a luchar en los campos de batalla de la
Segunda Guerra Mundial.
Joan suple la
ausencia del esposo rondando los bares del Manhattan bohemio en busca de
pintorescas compañías. Abierta a nuevas amistades, una noche de parranda en el
West End Bar (también conocido como el «West End Gate»), popular local frecuentado
por universitarios de Columbia, profesores, artistas e intelectuales; se
encuentra con un espíritu afín, la estudiante de arte Edie Parker (1922-1993),
entre ambas naturalezas surge una conexión instantánea. Amigas para siempre, en
1943 Joan se traslada a vivir fuera del campus, Edie y ella inauguran el
primero de una serie de apartamentos que habitan por el Upper West Side
neoyorkino, sito en el 421 West 118th St. El lugar se convierte en un foro de
intercambio de ideas, puerto franco de actitudes abiertas y santuario-refugio
de peregrinos ilustres: prostitutas, alcohólicos, drogadictos, escritores,
etc.; entre los que se encuentran: Allen Ginsberg, Lucien Carr, Herbert Huncke,
Jack Karouac y más tarde William S. Burroughs; nombres todos ellos que
conforman el núcleo primigenio de los llamados Beats. Se pasan las noches
alrededor de ceniceros humeantes y tazas de café discutiendo de literatura, de
filosofía, de música clásica, de la decadencia de la burguesía, de mil y un
temas; Joan despliega su magnetismo, polariza las reuniones, disfruta
cuestionando el status quo con su afilado intelecto y exhibe una amplia gama de
saberes: no cabe duda es la fuerza espiritual del futuro movimiento. Escenas
como pasarse toda la mañana en la bañera envuelta en una nube de burbujas hasta
la barbilla leyendo a Proust o debatiendo acerca de Platón y Kant, definen a la
joven Joan de aquellos años. Allen Ginsberg la describe como «la más grande
polemista» siempre cuestionando lo que alguien dice, y Edie Parker confiesa que
Vollmer es la mujer más inteligente y culta que ha conocido, e incluso
sobresaliente por encima de sus compañeros. Pero cuando la luz brilla sin
medida acaba cegando y aparecen puntos negros por donde se cuela la oscuridad,
puntos negros llamados anfetaminas y alcohol.
Producto de una
carambola vital (Lucien Carr presenta a Kerouac a Ginsberg y a estos dos a
Burroughs), en febrero de 1944 Joan Vollmer conoce a William S. Burroughs
(1914-1997) un hijo de familia rica graduado en la Universidad de Harvard,
homosexual, adicto a la morfina, simpatizante de las armas, con trastornos
emocionales y declarado exento de servir a su patria por incapacidad psicológica.
Llegado el verano, fruto de la relación con Paul Adams, Joan alumbra a su
primer hijo: una niña que ponen de nombre Julie Adams. Prosigue un agosto
movidito en el que la vida de los amigos es también su vida. El día 14 Lucien
Carr en el fragor de una riña apuñala mortalmente a su amigo David Kammerer,
arroja el cadáver al río Hudson y, en compañía de Jack Kerouac, tira el arma
homicida (una pequeña navaja de boy-scout) en una alcantarilla y se deshacen de
las gafas de la víctima. Acosado por los remordimientos Carr se entrega a la
policía confesando ser el autor del crimen, como consecuencia Kerouac es
arrestado en calidad de testigo material acusado de ocultar pruebas; librado
del cargo de complicidad, la única manera que tiene Jack de eludir la prisión es
abonar la fianza fijada por el juez, su padre se niega a soltar ni un duro así
que busca otra salida, jura a Edie Parker amor eterno, el 22 de agosto la
pareja contrae matrimonio en la cárcel con el regalo de boda bajo el brazo del
pago de la fianza por parte de la familia de la novia; el vínculo se romperá un
año después. Celebrado el juicio, Lucien Carr se declara culpable alegando que
actuó en defensa propia ante el obsesivo acoso sexual al que Kammerer le tenía
sometido; la sentencia le condenó a veinte años de prisión por homicidio de los
que sólo cumplió dos en el Elmira Correctional de Nueva York. Calmadas las
aguas, en diciembre Joan Vollmer, su hija Julie, Edie Parker y Jack Kerouac se
mudan a un apartamento en el 419 West 115th St., piso que compartirán también
con Allen Ginsberg, William S. Burroughs y las visitas frecuentes de Herbert
Huncke. Kerouac y Burroughs hicieron buenas migas desde el primer momento,
tanto es así que redactaron a dos manos una novela inspirada en el trágico
suceso protagonizado por Lucien Carr, And
the hippos were boiled in their tanks, que se publicó sesenta años después
de ser escrita.
Acabada la II
Guerra Mundial, en la primavera-verano de 1945 el soldado Paul Adams regresa del frente, la familia
que había soñado vive en un apartamento comunal asociada a un grupo de
haraganes extraviados, su esposa se ha convertido en una drogadicta y, para
acabar de empeorarlo todo, está el omnipresente William S. Burroughs; la
situación se hace insostenible y tres meses después de su vuelta el divorcio
pone fin al efímero matrimonio. Joan Vollmer queda legalmente libre junto con
su hija de un año Julie y vinculada intelectual y emocionalmente a Burroughs,
comienza una relación que trasciende el plano físico para adentrarse en los
terrenos de lo extrasensorial, algunos testigos cuentan de contactos extraños entre
ambas mentes, juegos telepáticos; ella sentada en otra habitación capta la
imagen psíquica que él la envía; asombrosa habilidad asociativa o puertas que
se abren a la mitología de carácter alucinatorio. En otoño del mismo año el dúo
se encuentra sumido en un estado lamentable y patético de adicción, Burroughs se
chuta con inyecciones de morfina y Vollmer con Benzedrina, sustancia en cuyo
consumo fue introducida por Jack Kerouac, él mismo consumidor habitual. El
cóctel de drogas y alcohol pasa factura a Joan que comienza a padecer
alarmantes episodios psicóticos, disociación, alucinaciones, insomnio, etc. degradación
física que preocupa sobremanera a sus amigos.
Bienvenido 1946 la velocidad de caída en el abismo se acelera, lo que
será, a partir de ahora, una constante en su relación. A principios de primavera,
William S. Burroughs, que
ejercía de camello eventual vendiendo heroína en el Greenwich Village, fue
arrestado por falsificar recetas de narcóticos; Joan, inquieta, llamó a su viejo
psiquiatra el Dr. Wolberg para que intercediera en su liberación, el doctor a
su vez se puso en contacto con la familia Burroughs; finalmente la sentencia
fue suspendida con la condición de que William regresara a su hogar en St.
Louis (Missouri) y durante tres meses permanezca bajo el cuidado de sus padres.
Esta situación deja a Joan Vollmer emocional y económicamente desamparada lo
que unido a su estado de adicción desemboca en una crisis psíquica grave; se la
encuentra la policía junto a su hija Julie, sentada en la acera de la calle,
abstraída en un delirio incoherente, lo que da lugar a su ingreso en la unidad
de Salud Mental del Bellevue Hospital Center, poniendo en peligro la custodia
de la niña. Al enterarse Burroughs de esta penosa circunstancia, una vez
completado el periodo de reclusión en el domicilio familiar, vuelve a Nueva
York, rescata a Joan del sanatorio psiquiátrico y la pide que se case con él. El
matrimonio nunca se formalizó, vivieron como esposos de hecho acogidos por el
derecho consuetudinario. Entre ellos se había establecido una relación atípica,
aparentemente delirante, de humor frío, en la que subyacía una complicidad de
sutiles vibraciones, ambos poseían mentes brillantes que se complementaban;
Burroughs, el figurín del semblante triste y la voz monótona, antipático y
distante, manifiestamente gay desde que tiene uso de razón, se siente atraído
por la inteligencia inquieta, activa, rebelde e independiente de Joan que
posiblemente sea la única mujer con la que se siente seguro; Vollmer se enamora
locamente de un tipo en apariencia siniestro, de ideas originales, carácter
audaz, cínico y sarcástico: ambos se influencian y se necesitan. Allen Ginsberg
consideraba que Joan era la contrapartida femenina del ser intelectual de
William. Comprendido dentro de este intervalo de tiempo, William S. Burroughs
viaja en coche a México donde se divorcia de Illse Klapper, a quien había
conocido en Europa, mujer judía huida de la persecución nazi con la que se casa
para que pudiera obtener un visado de entrada a los Estados Unidos; los dos
mantuvieron su amistad a lo largo de los años. A la vuelta del viaje, William,
después de una visita navideña a sus padres en St. Louis, decide trasladarse a
Texas, adonde más tarde le seguirán Joan y su hija en busca de la tranquilidad.
La pandilla de
Columbia se dispersa, William S. Burroughs abandona Nueva York con la decidida
intención de labrarse un porvenir decente y autónomo del dinero de su familia;
emprende la aventura de ser granjero en Texas, prueba aquí y allá hasta que
compra un terreno aislado al sureste de Huntsville, entre los villorrios de New
Waverly y Coldspring; al final de un camino polvoriento, la finca tiene una
barraca ocupada por chinches, pulgas, ratas y otros inquilinos molestos, con el
único confort de una lámpara de queroseno, que pretende convertir en un
verdadero hogar. William persuade a Joan Vollmer para que se una a él, y Joan a
su vez convence al amigo mutuo Herbert Huncke para que les eche una mano (de
obra) en la empresa; el plan de negocio consiste en ganar mucho dinero
cultivando marihuana camuflada entre las tomateras; el clima, la tierra y la
idea eran buenas, los conocimientos y la ley estaban en contra. Vollmer estaba
embarazada (según William la concepción había tenido lugar en octubre del año
pasado en la habitación de un hotel en Nueva York), William S. Burroughs Jr.
nace el 21 de julio de 1947 en un hospital de la vecina ciudad de Conroe; a
pesar de la incorregible adicción de la madre a los inhaladores de Benzedrina y
a su dipsomanía, el niño llega al mundo sin ninguna disfunción física ni
psíquica (estas últimas vendrán después). Envuelta en el aire puro del campo la
vida se va desarrollando a su ritmo: Joan lee obras del controvertido
psiquiatra, psicoanalista y filósofo austrohúngaro Wilhelm Reich, William en
mangas de camisa y corbata haciendo prácticas de tiro con la pistola, y Herbert Huncke cuidando de las plantas y
viajando de vez en cuando a Houston para comprar alcohol y estupefacientes; por
la noche, todos se sientan en el porche a escuchar valses vieneses en un viejo
fonógrafo. Alguna que otra vez, la peculiar familia, recibe la visita de amigos
como Neal Cassady y Allen Ginsberg, con los que charlan de lo divino, de lo
humano y de negocios de distribución de la cosecha; en privado Ginsberg
(asumida su condición homosexual) aconseja a Burroughs romper con Vollmer, sin
embargo aunque reconoce que su pasión se ha enfriado ignora el consejo, siente
que aún algo les une.
Pasan las
estaciones y el negocio agrícola de miles de dólares no da un centavo; el
producto ni está bien curado, ni es bueno, ni tiene compradores. La suerte de
la pareja empeora cuando camino de la ciudad de Pharr, cerca de Beeville son
arrestados por el sheriff bajo los cargos de indecencia pública y conducción en
estado de embriaguez. Como en la situación pintan bastos, William S. Burroughs se
declara culpable, pasa la noche en la cárcel, y a la mañana siguiente, previo
pago de la fianza, es puesto en libertad con el dinero que sus padres envían a
Joan Vollmer. En la primavera de 1948 William pone la granja en venta y,
despotricando de Texas, se traslada con toda la familia a Nueva Orleans. La
estancia en el delta del Misisipi va a ser breve, cambian los lugares pero
permanece el carácter desordenado proclive a meterse en problemas con la
justicia. Burroughs es nuevamente detenido por consumo, posesión y distribución
de drogas, los delitos que se le imputan son graves, cumple cárcel en la
Penitenciaría Estatal de Luisiana; los abogados le aconsejan que, antes de ir a
juicio, cambie de país y ponga una frontera de por medio, aprovechando la salida
de prisión huye a la Ciudad de México. Más tarde, en octubre de 1949, Joan y
los niños se reunirán con él.
Con débil afán
de reconstrucción familiar, William, Joan y sus hijos se instalan en un
apartamento de la calle Orizaba en la colonia Roma de la capital mejicana.
Burroughs planea permanecer en México hasta que prescriban los cargos que en
Estados Unidos supuestamente pesan contra su persona; tiempo estimado, al
menos, cinco años. Pensando qué hacer barajan la idea de abrir un bar, después
de darle vueltas, la escasa predisposición acaba desechando el proyecto. A
falta de otros planes de presente, William S. Burroughs asiste a clases de
español, escritura mexica y lengua maya (con R.H. Barlow) en el México City
College, y continúa inmerso en su mundo de drogadicción y sexo homosexual (Ciudad
de México era un paraíso para los adictos a la heroína, el alcohol y el sexo
barato). Mientras tanto Joan Vollmer sustituye las anfetaminas (difíciles de
obtener en su nuevo lugar de residencia) por el tequila y a su marido por
amantes ocasionales, se siente abandonada, a pesar de su juventud las
adicciones y los excesos etílicos pasan factura, su aspecto ha envejecido: se
le cae el cabello, tiene la cara hinchada, cojea visiblemente como deriva de la
poliomielitis infantil, etc. su estado es tan lamentable que apenas puede
cuidar de los niños; su comportamiento impredecible alarma a Allen Ginsberg y
Lucien Carr cuando van a visitarla: insinúa a sus amigos que sus días están
contados. El comportamiento de Burroughs empeora el estado de Vollmer que
durante mucho tiempo había soportado la persecución de William a jóvenes
homosexuales, desilusionada y desesperada comienza a desarrollar una amarga
hostilidad hacia él; se burla, le humilla y, siempre que puede, le castiga
verbalmente en público. Aunque no estaban oficialmente casados, William S.
Burroughs presenta una solicitud de divorcio, a buen seguro con la intención de
obtener la custodia de su hijo si el matrimonio se deshacía, pero la demanda
fue retirada. La turbulenta relación de pareja entra en una fase de
autodestrucción.
Tres días
después del regreso de sus correrías por Centroamérica, la tarde del jueves 6
de septiembre de 1951, Burroughs acompañado por Vollmer acude al Bounty Bar en el número 122 de la
avenida Monterrey (un local frecuentado por extranjeros, bohemios, artistas y
poetas), están allí porque el futuro escritor ha quedado con un tipo a quien
desea vender su pistola, pero el comprador no llega. Cansados de esperar deciden
subir al apartamento nº10, ubicado en la planta superior del establecimiento,
residencia de John Healy (un estudiante estadounidense de Minneapolis becario
del México City College), vivienda donde les esperan un reducido grupo de
conocidos. Beben, beben y charlan y vuelven a beber, Joan apostilla en tono
borde y despreciativo, como ya era su costumbre, cualquier comentario de
William que se siente retado; bravucón desea demostrar a los presentes su
destreza con las armas imitando el pasaje de Guillermo Tell. Burroughs, cargado
de ginebra, desenfunda de un bolso de mano su pistola, una Star 380 automática,
y pide a Vollmer que se ponga un vaso en la cabeza, ella con desidia, sin
levantarse de la silla en la que está sentada obedece, se coloca el vaso, se
sitúa de lado y sonríe, él demasiado orgulloso para volverse atrás, apunta con
la mano temblorosa y dispara; el vaso queda intacto y la bala penetra en la
cabeza de Joan. Alguien llama a una ambulancia que se presenta inmediatamente,
trasladan el cuerpo aún con un hilo de vida al Hospital de la Cruz Roja, pero
muere antes de llegar a la sala de urgencias.
William S.
Burroughs es detenido por asesinato y trasladado a la cárcel de Lecumberri. Se
hace cargo de su defensa el letrado mexicano Bernabé Jurado (un picapleitos
resabiado, conocedor de todas las triquiñuelas y corruptelas del sistema
judicial) quien en connivencia con su defendido cambia la versión de los
hechos, el fallecimiento ya no era fruto de un juego frío y mortal, sino de un
desgraciado accidente: «Mi esposa había bebido algunas copas. Yo saqué la
pistola para mostrarla a mis amigos. El arma se me resbaló y cayó golpeándose
con una mesa y se disparó. Todo fue puramente accidental», recoge la prensa. A
pesar de lo inverosímil del nuevo relato, a los trece días, Burroughs es puesto
en libertad bajo fianza; efecto de los billetes que su hermano, llegado de St.
Louis, reparte entre abogados, testigos y funcionarios. A la espera de juicio,
William tiene que personarse todos los lunes por la mañana en la cárcel de la
Ciudad de México. La justicia camina con lentitud, pasa un año sin que salga el
juicio que sufre continuos retrasos; en ese tiempo su abogado huye del país
escapando de sus propios problemas con la ley, William S. Burroughs como buen cliente
decide tomar su ejemplo regresando a Estados Unidos, donde se encuentra, sin
saberlo, que el estado de Luisiana no había emitido una orden de detención por
tráfico de narcóticos contra él. En ausencia, un tribunal mexicano le declara
culpable de homicidio involuntario y le sentencia a dos años de cárcel,
quedando la condena suspendida. Una vez más el dinero familiar y la suerte le
sonríen, libre de polvo y paja comienza una afamada carrera literaria, y se
convierte en un icono de la cultura cool norteamericana.
El 9 de
septiembre de 1951 Joan Vollmer es enterrada, sin lápida y sin nombre, en la
fosa 1018A del Nuevo Panteón Americano en la Ciudad de México; sus dos hijos
son enviados de regreso a los Estados Unidos: su hija Julie bajo la custodia de
sus abuelos maternos y de su padre Paul Adams, y su hijo William jr. al cuidado
de sus abuelos paternos.
“Entonces
supe
que ella era
un sueño: y la interrogué
-¿Joan, qué
clase de conocimiento tienen
los muertos?
¿podéis amar aún
a vuestros
conocidos mortales?
¿Qué
recuerdas de nosotros?
Ella
se desvaneció
ante mí – El instante siguiente vi
su lápida
manchada por la lluvia
detrás un
epitafio ilegible
bajo la
retorcida rama de un pequeño
árbol entre
la hierba salvaje
de un jardín
que nadie visita en México”. (1)
(Allen Ginsberg)
(1) Fragnento del poema «Registro de un sueño: 8 junio 1955»,
Allen Ginsberg; Sandwiches de realidad, Visor Libros, traducción de Antonio
Resines.