Agrupadas cuatro antologías
cada una con su gracia (algunas hermosamente editadas, con ilustraciones de
flores, paisajes, pinturas y grabados japoneses; y otra sin imágenes pero rica
en muestras e información), todas ellas con un denominador común, la forma
poética más corta del mundo: el haiku. Abierto, indefinido, complejo, ingenuo,
libre, un instante cogido al vuelo en el que se puede resumir toda la
eternidad; tres versos de cinco, siete y cinco sílabas no rimados (en japonés
se evita a propósito la rima aunque se tiene en cuenta el cuidado por los
sonidos), pincelada desnuda, metafísica de la brevedad. Invitación a disfrutar
del tiempo presente, la vida aquí y ahora profunda, serena y simple; abrazar
cada momento efímero de la efímera existencia. Sensación estética y emoción, a
veces, ética que comparten sin filtros el autor y el lector.
El haiku, estrofa rebelde
que se autodeterminó del tanka (cinco versos de cinco, siete, cinco, y siete y
siete sílabas). Nacido en la periferia de la poesía clásica japonesa como
reacción a las formas poéticas aristocráticas, alimentado por el lenguaje oral,
heterodoxo, carente de elegancia; con tendencia a expresar temas humorísticos,
burlescos o extravagantes escritos de forma concatenada por diferentes poetas
(derivado de Haikai-no-Renga, “poema encadenado”), y convertido por la gracia
de su espíritu inquieto en un arte elevado. El término haiku se le atribuye al
poeta y crítico literario de finales del siglo XIX Shiki, quien le dotó
definitivamente de entidad propia y singularidad. Revalorizado en los círculos
culturales japoneses, a principios del siglo XX, por el camino de las
traducciones del británico B.H. Chamberlain (profesor de la Universidad
Internacional de Tokio), se introduce en la lírica occidental.
Expresiones fugaces de
experiencias momentáneas inspiradas en la tradición sintoísta, y adoptadas por
el halo filosófico del budismo zen. Imágenes de la naturaleza: la luz entre los
árboles, el sonido del viento, el rumor del agua, las flores del crisantemo, el
olor a aroma de cerezo, el canto de la cigarra, el vuelo de la alondra. El paso
de las estaciones: el frío, la nieve y la lluvia en invierno; las mariposas,
los sauces y la flor del ciruelo en primavera; los mosquitos, la cebada y los
niños jugando en verano; el viento, las hojas enrojecidas y el primer rocío en
otoño. Estampas de la vida cotidiana: el pescador que transporta el pescado, la
mujer que barre el jardín, el monje que camina por los senderos de la montaña;
la actividad humana en cada momento del día, lugares habitados que se van
marchitando como el paisaje. Y la Luna bella y sugerente.
Existencia y obra viajan
juntas por la senda del haijin, en general hombres entrados en años o ancianos,
vagabundos al margen de la sociedad, nómadas sin residencia fija, sin trabajo
fijo, sin familia fija, caminantes por ciudades y campos que hacen camino al
andar, pobres, mendigos, solitarios, algunos célibes, algunos monjes, algunos
eremitas, budistas; ocultan en seudónimos la inmodestia de su nombre, libres
dentro de los límites de la indigencia… liberados de prejuicios y juicios
sociales, no son como los demás, a quién le importa lo que ellos digan, a quién
le importa lo que ellos hagan: «extraño y sorprendente ‘sembrador de poesía’
(dice Paz) que nunca (agrego) se queda a esperar los frutos de su obra”
(escribe Alberto Silva). Maestros de maestros:
Matsuo Basho (1644-1694), primer gran maestro, rechaza la artificiosidad
y el utilitarismo, lo inútil es lo más valioso. Yosa Buson (1716-1784), segundo
gran maestro, refinamiento del haiku, indaga en la esencia de las cosas.
Ryookan (1758-1831), substancia del zen, sobriedad y exquisitez, amor a la
naturaleza y al calor humano. Issa Kobayashi (1763-1827), palabras dialectales,
conversaciones cotidianas, celebración de los placeres sencillos. Masaoka Shiki
(1867-1902), trascendente, autobiográfico, renueva la esencia básica del haiku
tradicional.
De la calidad poética de
todos ellos y de otros muchos, no todos japoneses, podemos disfrutar en estas
antologías. El haiku forma parte del alma universal.