martes, 21 de marzo de 2017

KOSTAS KARYOTAKIS (1896-1928)

Contemporáneo del vate grecoalejandrino Konstantino Kavafis con quien comparte honores en el florecimiento de la lengua poética griega moderna. Expresionismo, simbolismo, surrealismo. Hijo de su tiempo y de su generación, como corresponde a una conciencia crítica irreconciliable con la sociedad en la que vive. Con agudeza, melancolía, pesimismo e ironía enfatiza las costumbres, la hipocresía social, la estrechez provinciana, los grandes ideales, los traumas de su ser interno: el dolor, el desconsuelo y el vacío de la frivolidad cotidiana. Revestido con un aura de cotidianidad expresa el sarcasmo de la tragedia existencial, la amarga lírica de las emociones humanas. Adorado por los jóvenes poetas que imitan su estilo, el “karyotakismo”, es sentenciado como poeta menor por los críticos literarios, y tildado por la intelectualidad de entreguerras de sombrío, decadente y neurótico; nunca se poetiza a gusto de todos, porque si así no fuera la poesía estaría agonizante. Su obra progresivamente va adquiriendo el barniz de icono en la literatura griega, hasta alcanzar los tiempos presentes. Algunos de sus poemas han mudado en melodías y canciones; musicalizados y cantados por populares compositores y cantantes helenos (voces masculinas y femeninas). Sello de identidad único.

Viernes, 30 de octubre de 1896, ciudad de Trípoli (Arcadia), patria chica de su madre; en el corazón de la Península del Peloponeso nace Kostas Karyotakis, segundo hijo del ingeniero civil George Karyotakis (nativo de Sykia, pequeña aldea junto al Golfo de Corinto) y Catherine Skagianni. Le antecede una hermana mayor, Nitsa (que según cuenta la crónica rosa, contrajo esponsales con el abogado Panagiotis Nikoletopoulos), y le sucede un hermano tres años más pequeño, Thanos, que se labró una carrera como empleado de banca. El matrimonio educa a sus hijos en una didáctica sobria, eficaz y cuidada: llegan a dominar el francés rozando el bilingüismo. Debido a las servidumbres laborales del padre, funcionario de obras públicas, el clan familiar  se ve obligado a trasladarse frecuentemente en sucesivos destinos por diversas ciudades de la geografía griega; como Lefkada, Argostoli, Lárissa, Patras, Kalamata, (completan una hermosa guía turística); inicia la adolescencia en Atenas (1909-1911) y la finaliza en la bella ciudad cretense de Chania (1911-1913). Existencia nómada en la que crecen los jóvenes sin sentido de permanencia, pero la falta de arraigo en un lugar definido queda compensada con la experiencia enriquecedora de conocer diferentes paisajes urbanos.
 
Karyotakis muchacho tímido, pusilánime, resignado y empollón (estudiar sin cesar reconforta con la superioridad intelectual), convertido en diana de las bufonadas groseras de sus compañeros de colegio, espanta en soledad los males de la indiferencia y la incomprensión, psicoanaliza su melancolía escribiendo, dibuja los trazos del futuro poeta (¡cuánto ha contribuido el aburrimiento y la marginación escolar a la pasión literaria!). En agosto de 1910, con catorce años, se menciona su participación en un concurso literario de la revista La educación de los niños. Tempranas huellas de sus inclinaciones poéticas se pueden encontrar ya en su adolescencia; en 1912 comienza a publicar poemas en varias revistas populares de Chania, ediciones municipales con las que colabora asiduamente hasta 1916. Durante este período de residencia en la isla de Creta se enamora, con toda la pasión de los diecisiete años, de Anna Skordylis una joven algo mayor que él, corre el año 1913 y la relación se mantendrá con altibajos hasta casi 1922; aunque terminado el bachillerato (se gradúa con notas sobresalientes) en septiembre de ese mismo año se despide de Anna y marcha a Atenas para comenzar los estudios de Derecho.

Instalado en la capital griega, se hospeda en una pequeña habitación. Tiene dieciocho años y realiza el primer curso en la por entonces prestigiosa Facultad de Derecho de la Universidad de Atenas, eje del movimiento estudiantil. En ese mismo año 1914, producto del ambiente universitario conoce a Hagis Levendis con quien entabla una sólida amistad, como fruto de la misma en un futuro próximo ambos compartirán proyectos editoriales. En vacaciones vuelve a Chania. Tiempo de descanso, tiempo de retomar el amor interrumpido, tiempo también en el que se ve venir el primer desengaño sentimental. El nuevo año 1915 trae bajo el brazo el matrimonio de Anna Skordylis; el joven Kostas se siente traicionado, abandonado, hondamente dolido, se refugia en el melancólico desaliento tan propio de su carácter. Pero el mundo continúa, siguen los estudios, la actividad creativa y los colegas de la universidad. Se amplía el círculo de amistades, le presentan a Harilaos Sakellariadis quien en 1938 será el primer editor de la obra completa de Karyotakis. En marzo dos de sus poemas publicados en el periódico progresista Akrópolis, de gran influencia en la nueva sociedad griega, son elogiados por su prominente fundador y director Vlasis Gavriilidis. Durante sus años de estudiante el poeta participa activamente en actos de carácter literario en Atenas, por ejemplo: en enero de 1916 recita tres poemas en el club Harmony, e incluso imparte una conferencia (parece que de asuntos legales) en la Asociación de Comerciantes de Atenas, menos es nada.

En 1917 ocurren dos hechos relevantes; uno en su vida familiar: víctima de las purgas realizadas en las fuerzas armadas y la administración civil por el gobierno del carismático Primer Ministro griego Eleftherios Venizelos, su padre es acusado de desafección al régimen y despedido del servicio público; el otro en su vida personal: en diciembre, con buenas calificaciones como acostumbra, obtiene el título de licenciado en Derecho, aunque nunca ejercerá la abogacía. Con el propósito de ampliar conocimientos o de escaquearse del servicio militar, en 1918 se inscribe en la Facultad de Filosofía; la matrícula pospone su entrada en el cuartel y los estudios quedan inacabados. A lo largo de todo ese año va escribiendo los poemas que componen su primer libro El dolor del hombre y de las cosas, que aparece en los estantes de las librerías atenienses en febrero de 1919; el poemario, ignorado por el público lector, navega entre el beneplácito y la indiferencia de la crítica. Prosigue colaborando en revistas literarias como Logos y Noumás, en esta última publica anónimamente «Los Michaliós» poema con toques satíricos donde un soldado muere sin ver atendidos sus ruegos de volver a casa. Junto con su amigo Hagis Levendis funda en septiembre la revista satírica La Pierna o El Becerro (a gusto del traductor) que a pesar de su éxito o quizás por ello es prohibida por la autoridad competente, sólo ven la luz seis números, los estamentos de la época no pueden tolerar la crítica caústica, el humor provocativo y el modernismo de la publicación. Para algunos sostener la vocación literaria es una tarea abrupta, a veces incompatible con la supervivencia material o con unas mínimas comodidades vitales, exige renuncia. Karyotakis intenta ejercer la abogacía por cuenta propia, pero la falta de clientes le obliga, seguramente sin interés y con desagrado, a colocarse en la administración pública. En noviembre es nombrado Primer Secretario del Ministerio del Interior en la Prefectura de Tesalónica (donde viven sus padres). Inicia así una carrera al servicio del estado, un porvenir deseado por muchos, para él una corrosiva condena que le llevará al desplome anímico.

En 1920 el ejército le vuelve a llamar a filas, su estancia entre la tropa es episódica; en julio es dado de baja por enfermedad (más exagerada que grave); después de una estancia en el Hospital Militar de Creta y un período de recuperación, en septiembre por razones de salud queda relevado de sus cargas militares. Durante el tiempo de convalecencia no permanece inactivo y escribe una obra de teatro sin ninguna relevancia. Meses antes se había presentado al concurso Filadelfeio de canciones a la Patria donde es galardonado, estas composiciones se incluirán en su siguiente poemario. Una vez recobradas las energías retorna a su puesto de funcionario; en noviembre es destinado a la Prefectura de Arta, y en septiembre del año 1921 su nueva plaza está en la Prefectura de Siros. Odia su trabajo, no puede asimilar la disciplina cuasi marcial, no soporta la burocracia, la mediocridad, la incompetencia y la desidia, su actitud contestataria y su pluma irónica le cuestan los constantes traslados de puesto en puesto cada vez más bajos, de ciudad en ciudad, de provincia en provincia como si fueran sucesivos destierros; estos desplazamientos penitentes le permitieron conocer in situ el ostracismo, el hastío y la miseria de Grecia acabada la I Guerra Mundial; consecuencia de ello resulta su escrito en prosa Catharsis. Contrasta este período de trashumancia laboral con uno de los mejores momentos creativos del poeta. A principios del verano de 1921 escribe unos textos poéticos para la revista musical Pell-Mell a los que pone música su primo, el por entonces jovencísimo compositor, Theodore D. Karyotakis. Acabando el año publica Nepenthe (palabra homérica), su segundo poemario; se siente tan satisfecho y seguro que envía al poeta Kavafis un ejemplar dedicado con entregada admiración, no consta, sin embargo, que Konstantino lo leyera. Coincide la publicación del libro con la vuelta de Kostas Karyotakis a Atenas, después de múltiples solicitudes, colmando sus propios deseos.

De regreso en la capital griega, su presencia en los círculos literarios es permanente. Se encuentra con su amigo el escritor Panos Tagkopoulos (1895-1931) y conoce a la poetisa María Polydouri (1902-1930). María compaginaba sus estudios en la Facultad de Derecho con un trabajo temporal de funcionaria en la Prefectura de Atenas donde coincide con Kostas Karyotakis, colega de profesión. Entre las dos personalidades brota un romance, más apasionado por parte de ella (20 años) y menos impetuoso por parte de él (26 años) que permanece enganchado a su amor de adolescente, Anna Skordylis, con quien, a pesar de estar casada, se continúa viendo. Se ha especulado mucho sobre la atracción amorosa de ambos poetas (si estaban o no juntos, si eran o no eran sólo amigos), lo cierto es que en el otoño de 1922 María le propone el matrimonio; Kostas rechaza la proposición con el argumento de que padece sífilis (posiblemente en ese momento ya se manifestaban los primeros síntomas de la dolencia). En aquellos años era costumbre que los jóvenes bohemios frecuentaran burdeles e incluso algunos se jactaban de ello, como si gozara de cierto «glamour», ignorantes de los riesgos venéreos; la sífilis era una enfermedad vergonzante, incurable y mortal. A María, sin embargo, no le importa el cuadro clínico, cree que es una excusa tras la que se esconden los miedos, las dudas e inseguridades del poeta, insiste sin obtener frutos; esta relación corta, intensa, que marcará las vidas de la pareja, se rompe para siempre tres años más tarde.

En el año 1922, después de miles de muertos y heridos, la guerra greco-turca llega a su fin. El ejército heleno de Asia Menor capitula ante las tropas de los denominados Nuevos Turcos; esta derrota se la conoce en Grecia como la Gran Catástrofe. Las consecuencias para Grecia son draconianas: entrega de territorios históricos, pérdida de la hegemonía en los Balcanes, golpe de estado que acaba con la monarquía de Constantino I, gobiernos controlados por los militares, atraso económico, derrotismo social y la presencia de miles de refugiados expulsados de sus tierras y hogares. Karyotakis vive en primera persona la tragedia de los desterrados, sin techo, sin alimentos, que lo han perdido todo. En abril de 1923 el Ministerio de Salud y Bienestar Social le nombra segundo supervisor de la Oficina para la Instalación de los Refugiados. Sin embargo, aunque está imbuido en el trauma nacional y las condiciones sociales influyen en él (al igual que en toda su generación), sus escritos reflejan un interés por expresar asuntos personales. En el poema «Treponema pallidum» publicado bajo el título de «Canción de la locura», revela su inquietud por el avance de la sífilis que conduce al paciente a la locura; la enfermedad no sólo mancilla su salud sino también su reputación; los archivos médicos confirman que el poeta era sifilítico y su hermano Thanos Karyotakis confesó que dicha enfermedad era una desgracia para la familia quien prefiere correr sobre ella un tupido velo.

En febrero de 1924 forma parte del comité de redacción de la revista Nosotros. Atraído por los poetas malditos y los simbolistas franceses, elabora personales traducciones de T. Corbière, P.J. Toulet, P. Verlaine, C. Baudelaire y de su compatriota, el afrancesado J. Moréas; algunas de estas versiones parecen poemas escritos por él. Huyendo del ambiente de asfixia vital, en la primavera-verano del mismo año, da rienda suelta a su alma viajera, visita Nápoles, Roma y Venecia en Italia, Berlín y Leipzig en Alemania. Poco después de su vuelta a Grecia, propone a sus padres dejar el trabajo de funcionario e instalarse durante algún tiempo en el extranjero, contando, en un principio, con su apoyo económico hasta que pudiera encontrar un medio para ganarse la vida; sea por falta de confianza o por otros motivos particulares, los padres rechazan la oferta. El trabajo le espera en el Departamento del Consejo Supremo de Salud Social, en cuyo secretariado rendirá servicios unos cuantos meses de 1925 y 1926, justo en julio de este último año, aprovechando unas vacaciones, viajará a Rumanía. Mientras tanto entre giras y labores continúa escribiendo, preparando el que va a ser su tercer y último poemario Elegías y sátiras, que se publica en 1927. Envía de nuevo un ejemplar del libro a Kavafis, que esta vez corresponde remitiéndole un volumen de su antología Poemas 1907-1915; a la otra persona a la que regala un ejemplar es a María Polydouri. Es una obra de madurez, desengañada, donde se agudiza el pesimismo, la naturaleza atormentada de su yo trágico. Empeora su sentimiento de naufragio personal la persecución que sufre por parte de sus jefes; por un motivo indeterminado es llamado a declarar, luego sancionado con medio mes de sueldo y degradado a un puesto de inferior categoría.

Entramos en el año 1928. En enero es elegido Secretario General del Sindicato de Empleados Públicos de Atenas, su designación coincide con un período en el cual la actividad sindical comienza a tomar fuerza en Grecia. Publica unos artículos denunciando el despilfarro del dinero público y el amiguismo en la contratación y promoción de funcionarios, denuncias que levantan ronchas en las altas instancias del Ministerio de Salud. En febrero, como represalia por sus críticas y labores sindicales, se le comunica el traslado a Patras, siendo multado de nuevo, con el equivalente a diez días de sueldo, por presentarse tarde en su nuevo destino. Karyotakis sufre una crisis creativa, confiesa a su amigo Sakellariadis su intención de abandonar para siempre la poesía y dedicarse a la prosa; de hecho en este tiempo escribe la mayoría de su escasa obra narrativa. En abril obtiene un permiso de un mes que aprovecha para viajar a París por motivos de salud, un poco a la desesperada quiere hacerse unos exámenes médicos; desgraciadamente los resultados confirman su ingrata situación sanitaria. En el imaginario del poeta, París siempre ha representado el destino ideal, la ciudad soñada. A su regreso a Grecia, como si el castigo hubiese sido insuficiente, el ministro le cursa otra orden de traslado (esta vez va a ser la última), le envía lejos de Atenas, a la Prefectura de Préveza.

El 18 de junio llega a su nueva plaza con la esperanza de que a finales de mes será devuelto a la capital helénica. Préveza, capital de la región homónima, se halla en la región de Epiro, a orillas del Mar Jónico, en aquel tiempo es una pequeñísima ciudad provinciana con nula vida cultural y escaso interés social: los conciertos públicos de la banda de música en verano, los paseos por el muelle, el ir y venir de los barcos de línea, el Señor Prefecto, la suciedad de las calles, los lugareños tristes y modestos, el ambiente de total aburrimiento, etc. todo lo que existe a su alrededor, personas, cosas, lugares o elementos de la naturaleza, es menospreciado por el poeta atrapado en una aguda crisis personal. Cada día que pasa sin volver a la «civilización», como él dice, va haciendo mella en su ánimo. Escribe cartas cada vez más desesperadas a sus allegados, describiendo lo desgraciado que se siente. Su familia en un intento por ayudarle, se brinda a costear una estancia indefinida en París, pero Kostas rechaza la generosa oferta sabedor del sacrificio económico que eso supone para ellos. La melancolía propia de su carácter deriva en abatimiento psicológico. Aún así, envía una invitación a unos amigos para que le hagan una visita y abre una cuenta bancaria algo que nunca había hecho antes; actos cotidianos que quizás encierran una voluntad de supervivencia. Pero, acaso sea el miedo a caer en locura efecto progresivo de la sífilis (como meses antes le había sucedido a su amigo el poeta Romos Filiras, quien fue ingresado en una institución mental hasta su muerte), o la incapacidad de adaptarse a una sociedad y a un modo de vida, o la frustración de estar condenado a no poder vivir el amor que anhela, o la vulnerabilidad de su naturaleza cautiva de una neurosis incontrolable; síntomas que bien pueden explicar las causas por las que toma una decisión repentina e irreversible. Al atardecer del 20 de julio de 1928, en la amplia playa de Monolithi, Kostas Karyotakis se mete en el mar e intenta una y otra vez sumergirse en las aguas; después de diez horas luchando por intentar ahogarse las olas le devuelven a la costa. De madrugada, cansado e ileso, regresa a su casa, repone fuerzas, se viste con un traje limpio y vuelve a la calle. Adquiere en una armería un revolver Pieper Bayard 9 mm. Sentado en la terraza de la pequeña cafetería «El Jardín Celestial», bebe un zumo de cereza agria y fuma un cigarro tras otro mientras escribe una nota de despedida. Deja 75 dracmas en la mesa, suficientes para pagar los 5 dracmas que cuesta la consumición y se dirige a la cercana playa de « Agios Spyridon». Se acomoda debajo de un eucalipto, saca la pistola y se dispara un tiro certero en el corazón. Muere el poeta a los 31 años en aquella calurosa tarde de verano del 21 de julio de 1928. En el bolsillo de su chaqueta se encuentra la carta donde expresa los motivos del suicidio; en la posdata deja la última muestra de su ironía:   

« y para variar: aconsejo a quienes sepan nadar que nunca intenten suicidarse tirándose al mar. Durante diez horas fui azotado por las olas. Tragué mucha agua, pero, de vez en cuando, sin saber cómo, salía a flote. Seguramente en el futuro, cuando tenga la oportunidad, escribiré las impresiones de un ahogado».