Contemporáneo
del vate grecoalejandrino Konstantino Kavafis con quien comparte honores en el florecimiento
de la lengua poética griega moderna. Expresionismo, simbolismo, surrealismo.
Hijo de su tiempo y de su generación, como corresponde a una conciencia crítica
irreconciliable con la sociedad en la que vive. Con agudeza, melancolía,
pesimismo e ironía enfatiza las costumbres, la hipocresía social, la estrechez
provinciana, los grandes ideales, los traumas de su ser interno: el dolor, el
desconsuelo y el vacío de la frivolidad cotidiana. Revestido con un aura de
cotidianidad expresa el sarcasmo de la tragedia existencial, la amarga lírica
de las emociones humanas. Adorado por los jóvenes poetas que imitan su estilo, el
“karyotakismo”, es sentenciado como poeta menor por los críticos literarios, y
tildado por la intelectualidad de entreguerras de sombrío, decadente y
neurótico; nunca se poetiza a gusto de todos, porque si así no fuera la poesía
estaría agonizante. Su obra progresivamente va adquiriendo el barniz de icono
en la literatura griega, hasta alcanzar los tiempos presentes. Algunos de sus
poemas han mudado en melodías y canciones; musicalizados y cantados por
populares compositores y cantantes helenos (voces masculinas y femeninas).
Sello de identidad único.
Viernes, 30 de
octubre de 1896, ciudad de Trípoli (Arcadia), patria chica de su madre; en el
corazón de la Península del Peloponeso nace Kostas Karyotakis, segundo hijo del
ingeniero civil George Karyotakis (nativo de Sykia, pequeña aldea junto al Golfo
de Corinto) y Catherine
Skagianni. Le antecede una hermana mayor, Nitsa (que según cuenta la crónica rosa, contrajo esponsales con
el abogado Panagiotis Nikoletopoulos), y le sucede un hermano tres años más
pequeño, Thanos, que se labró una carrera como empleado de banca. El matrimonio
educa a sus hijos en una didáctica sobria, eficaz y cuidada: llegan a dominar
el francés rozando el bilingüismo. Debido a las servidumbres laborales del
padre, funcionario de obras públicas, el clan familiar se ve obligado a trasladarse frecuentemente
en sucesivos destinos por diversas ciudades de la geografía griega; como
Lefkada, Argostoli, Lárissa, Patras, Kalamata, (completan una hermosa guía
turística); inicia la adolescencia en Atenas (1909-1911) y la finaliza en la
bella ciudad cretense de Chania (1911-1913). Existencia nómada en la que crecen
los jóvenes sin sentido de permanencia, pero la falta de arraigo en un lugar
definido queda compensada con la experiencia enriquecedora de conocer
diferentes paisajes urbanos.
Karyotakis
muchacho tímido, pusilánime, resignado y empollón (estudiar sin cesar reconforta
con la superioridad intelectual), convertido en diana de las bufonadas groseras
de sus compañeros de colegio, espanta en soledad los males de la indiferencia y
la incomprensión, psicoanaliza su melancolía escribiendo, dibuja los trazos del
futuro poeta (¡cuánto ha contribuido el aburrimiento y la marginación escolar a
la pasión literaria!). En agosto de 1910, con catorce años, se menciona su
participación en un concurso literario de la revista La educación de los niños. Tempranas huellas de sus inclinaciones
poéticas se pueden encontrar ya en su adolescencia; en 1912 comienza a publicar
poemas en varias revistas populares de Chania, ediciones municipales con las que
colabora asiduamente hasta 1916. Durante este período de residencia en la isla
de Creta se enamora, con toda la pasión de los diecisiete años, de Anna
Skordylis una joven algo mayor que él, corre el año 1913 y la relación se
mantendrá con altibajos hasta casi 1922; aunque terminado el bachillerato (se
gradúa con notas sobresalientes) en septiembre de ese mismo año se despide de
Anna y marcha a Atenas para comenzar los estudios de Derecho.
Instalado en la
capital griega, se hospeda en una pequeña habitación. Tiene dieciocho años y realiza
el primer curso en la por entonces prestigiosa Facultad de Derecho de la
Universidad de Atenas, eje del movimiento estudiantil. En ese mismo año 1914,
producto del ambiente universitario conoce a Hagis Levendis con quien entabla una
sólida amistad, como fruto de la misma en un futuro próximo ambos compartirán
proyectos editoriales. En vacaciones vuelve a Chania. Tiempo de descanso,
tiempo de retomar el amor interrumpido, tiempo también en el que se ve venir el
primer desengaño sentimental. El nuevo año 1915 trae bajo el brazo el
matrimonio de Anna Skordylis; el joven Kostas se siente traicionado,
abandonado, hondamente dolido, se refugia en el melancólico desaliento tan
propio de su carácter. Pero el mundo continúa, siguen los estudios, la
actividad creativa y los colegas de la universidad. Se amplía el círculo de
amistades, le presentan a Harilaos
Sakellariadis quien en 1938 será el primer editor de la obra completa de Karyotakis.
En marzo dos de sus poemas publicados en el periódico progresista Akrópolis, de gran influencia en la
nueva sociedad griega, son elogiados por su prominente fundador y director
Vlasis Gavriilidis. Durante sus años de estudiante el poeta participa
activamente en actos de carácter literario en Atenas, por ejemplo: en enero de
1916 recita tres poemas en el club Harmony, e incluso imparte una conferencia
(parece que de asuntos legales) en la Asociación de Comerciantes de Atenas,
menos es nada.
En 1917 ocurren dos hechos relevantes; uno en su vida familiar: víctima
de las purgas realizadas en las fuerzas armadas y la administración civil por
el gobierno del carismático Primer Ministro griego Eleftherios Venizelos, su
padre es acusado de desafección al régimen y despedido del servicio público; el
otro en su vida personal: en diciembre, con buenas calificaciones como
acostumbra, obtiene el título de licenciado en Derecho, aunque nunca ejercerá
la abogacía. Con el propósito de ampliar conocimientos o de escaquearse del
servicio militar, en 1918 se inscribe en la Facultad de Filosofía; la matrícula
pospone su entrada en el cuartel y los estudios quedan inacabados. A lo largo
de todo ese año va escribiendo los poemas que componen su primer libro El dolor del hombre y de las cosas, que
aparece en los estantes de las librerías atenienses en febrero de 1919; el
poemario, ignorado por el público lector, navega entre el beneplácito y la
indiferencia de la crítica. Prosigue colaborando en revistas literarias como Logos y Noumás, en esta última publica anónimamente «Los Michaliós» poema
con toques satíricos donde un soldado muere sin ver atendidos sus ruegos de
volver a casa. Junto con su amigo Hagis Levendis funda en septiembre la revista
satírica La Pierna o El Becerro
(a gusto del traductor) que a pesar de su éxito o quizás por ello es prohibida
por la autoridad competente, sólo ven la luz seis números, los estamentos de la
época no pueden tolerar la crítica caústica, el humor provocativo y el
modernismo de la publicación. Para algunos sostener la vocación literaria es
una tarea abrupta, a veces incompatible con la supervivencia material o con
unas mínimas comodidades vitales, exige renuncia. Karyotakis intenta ejercer la
abogacía por cuenta propia, pero la falta de clientes le obliga, seguramente
sin interés y con desagrado, a colocarse en la administración pública. En
noviembre es nombrado Primer Secretario del Ministerio del Interior en la
Prefectura de Tesalónica (donde viven sus padres). Inicia así una carrera al
servicio del estado, un porvenir deseado por muchos, para él una corrosiva
condena que le llevará al desplome anímico.
En 1920 el ejército
le vuelve a llamar a filas, su estancia entre la tropa es episódica; en julio
es dado de baja por enfermedad (más exagerada que grave); después de una
estancia en el Hospital Militar de Creta y un período de recuperación, en
septiembre por razones de salud queda relevado de sus cargas militares. Durante
el tiempo de convalecencia no permanece inactivo y escribe una obra de teatro
sin ninguna relevancia. Meses antes se había presentado al concurso Filadelfeio
de canciones a la Patria donde es galardonado, estas composiciones se incluirán
en su siguiente poemario. Una vez recobradas las energías retorna a su puesto
de funcionario; en noviembre es destinado a la Prefectura de Arta, y en
septiembre del año 1921 su nueva plaza está en la Prefectura de Siros. Odia su
trabajo, no puede asimilar la disciplina cuasi marcial, no soporta la
burocracia, la mediocridad, la incompetencia y la desidia, su actitud
contestataria y su pluma irónica le cuestan los constantes traslados de puesto
en puesto cada vez más bajos, de ciudad en ciudad, de provincia en provincia
como si fueran sucesivos destierros; estos desplazamientos penitentes le
permitieron conocer in situ el ostracismo, el hastío y la miseria de Grecia
acabada la I Guerra Mundial; consecuencia de ello resulta su escrito en prosa Catharsis. Contrasta este período de
trashumancia laboral con uno de los mejores momentos creativos del poeta. A
principios del verano de 1921 escribe unos textos poéticos para la revista
musical Pell-Mell a los que pone música su primo, el por entonces jovencísimo
compositor, Theodore D. Karyotakis.
Acabando el año publica Nepenthe (palabra
homérica), su segundo poemario;
se siente tan satisfecho y seguro que envía al poeta Kavafis un ejemplar
dedicado con entregada admiración, no consta, sin embargo, que Konstantino lo
leyera. Coincide la publicación del libro con la vuelta de Kostas Karyotakis a
Atenas, después de múltiples solicitudes, colmando sus propios deseos.
De regreso en la capital griega, su presencia en los círculos literarios
es permanente. Se encuentra con su amigo el escritor Panos Tagkopoulos
(1895-1931) y conoce a la poetisa María Polydouri (1902-1930). María compaginaba
sus estudios en la Facultad de Derecho con un trabajo temporal de funcionaria
en la Prefectura de Atenas donde coincide con Kostas Karyotakis, colega de
profesión. Entre las dos personalidades brota un romance, más apasionado por
parte de ella (20 años) y menos impetuoso por parte de él (26 años) que
permanece enganchado a su amor de adolescente, Anna Skordylis, con quien, a
pesar de estar casada, se continúa viendo. Se ha especulado mucho sobre la
atracción amorosa de ambos poetas (si estaban o no juntos, si eran o no eran
sólo amigos), lo cierto es que en el otoño de 1922 María le propone el
matrimonio; Kostas rechaza la proposición con el argumento de que padece
sífilis (posiblemente en ese momento ya se manifestaban los primeros síntomas
de la dolencia). En aquellos años era costumbre que los jóvenes bohemios
frecuentaran burdeles e incluso algunos se jactaban de ello, como si gozara de
cierto «glamour», ignorantes de los riesgos venéreos; la sífilis era una
enfermedad vergonzante, incurable y mortal. A María, sin embargo, no le importa
el cuadro clínico, cree que es una excusa tras la que se esconden los miedos,
las dudas e inseguridades del poeta, insiste sin obtener frutos; esta relación
corta, intensa, que marcará las vidas de la pareja, se rompe para siempre tres
años más tarde.
En el año 1922, después de miles de muertos y heridos, la guerra
greco-turca llega a su fin. El ejército heleno de Asia Menor capitula ante las
tropas de los denominados Nuevos Turcos; esta derrota se la conoce en Grecia
como la Gran Catástrofe. Las consecuencias
para Grecia son draconianas: entrega de territorios históricos, pérdida de la
hegemonía en los Balcanes, golpe de estado que acaba con la monarquía de
Constantino I, gobiernos controlados por los militares, atraso económico,
derrotismo social y la presencia de miles de refugiados expulsados de sus
tierras y hogares. Karyotakis vive en primera persona la tragedia de los
desterrados, sin techo, sin alimentos, que lo han perdido todo. En abril de
1923 el Ministerio de Salud y Bienestar Social le nombra segundo supervisor de
la Oficina para la Instalación de los Refugiados. Sin embargo, aunque está
imbuido en el trauma nacional y las condiciones sociales influyen en él (al
igual que en toda su generación), sus escritos reflejan un interés por expresar
asuntos personales. En el poema «Treponema pallidum» publicado bajo el título
de «Canción de la locura», revela su inquietud por el avance de la sífilis que
conduce al paciente a la locura; la enfermedad no sólo mancilla su salud sino
también su reputación; los archivos médicos confirman que el poeta era
sifilítico y su hermano Thanos Karyotakis confesó que dicha enfermedad era una
desgracia para la familia quien prefiere correr sobre ella un tupido velo.
En febrero de 1924 forma parte del comité de redacción de la revista Nosotros. Atraído por los poetas
malditos y los simbolistas franceses, elabora personales traducciones de T.
Corbière, P.J. Toulet, P. Verlaine, C. Baudelaire y de su compatriota, el afrancesado
J. Moréas; algunas de estas versiones parecen poemas escritos por él. Huyendo
del ambiente de asfixia vital, en la primavera-verano del mismo año, da rienda
suelta a su alma viajera, visita Nápoles, Roma y Venecia en Italia, Berlín y
Leipzig en Alemania. Poco después de su vuelta a Grecia, propone a sus padres
dejar el trabajo de funcionario e instalarse durante algún tiempo en el
extranjero, contando, en un principio, con su apoyo económico hasta que pudiera
encontrar un medio para ganarse la vida; sea por falta de confianza o por otros
motivos particulares, los padres rechazan la oferta. El trabajo le espera en el
Departamento del Consejo Supremo de Salud Social, en cuyo secretariado rendirá servicios
unos cuantos meses de 1925 y 1926, justo en julio de este último año,
aprovechando unas vacaciones, viajará a Rumanía. Mientras tanto entre giras y
labores continúa escribiendo, preparando el que va a ser su tercer y último
poemario Elegías y sátiras, que se
publica en 1927. Envía de nuevo un ejemplar del libro a Kavafis, que esta vez
corresponde remitiéndole un volumen de su antología Poemas 1907-1915; a la otra persona a la que regala un ejemplar es
a María Polydouri. Es una obra de madurez, desengañada, donde se agudiza el
pesimismo, la naturaleza atormentada de su yo trágico. Empeora su sentimiento
de naufragio personal la persecución que sufre por parte de sus jefes; por un
motivo indeterminado es llamado a declarar, luego sancionado con medio mes de
sueldo y degradado a un puesto de inferior categoría.
Entramos en el año 1928. En enero es elegido Secretario General del
Sindicato de Empleados Públicos de Atenas, su designación coincide con un
período en el cual la actividad sindical comienza a tomar fuerza en Grecia. Publica
unos artículos denunciando el despilfarro del dinero público y el amiguismo en
la contratación y promoción de funcionarios, denuncias que levantan ronchas en
las altas instancias del Ministerio de Salud. En febrero, como represalia por
sus críticas y labores sindicales, se le comunica el traslado a Patras, siendo
multado de nuevo, con el equivalente a diez días de sueldo, por presentarse
tarde en su nuevo destino. Karyotakis sufre una crisis creativa, confiesa a su
amigo Sakellariadis su intención de abandonar para siempre la poesía y
dedicarse a la prosa; de hecho en este tiempo escribe la mayoría de su escasa
obra narrativa. En abril obtiene un permiso de un mes que aprovecha para viajar
a París por motivos de salud, un poco a la desesperada quiere hacerse unos
exámenes médicos; desgraciadamente los resultados confirman su ingrata
situación sanitaria. En el imaginario del poeta, París siempre ha representado
el destino ideal, la ciudad soñada. A su regreso a Grecia, como si el castigo
hubiese sido insuficiente, el ministro le cursa otra orden de traslado (esta
vez va a ser la última), le envía lejos de Atenas, a la Prefectura de Préveza.
El 18 de junio llega a su nueva plaza con la esperanza de que a finales
de mes será devuelto a la capital helénica. Préveza, capital de la región
homónima, se halla en la región de Epiro, a orillas del Mar Jónico, en aquel
tiempo es una pequeñísima ciudad provinciana con nula vida cultural y escaso
interés social: los conciertos públicos de la banda de música en verano, los
paseos por el muelle, el ir y venir de los barcos de línea, el Señor Prefecto,
la suciedad de las calles, los lugareños tristes y modestos, el ambiente de
total aburrimiento, etc. todo lo que existe a su alrededor, personas, cosas,
lugares o elementos de la naturaleza, es menospreciado por el poeta atrapado en
una aguda crisis personal. Cada día que pasa sin volver a la «civilización»,
como él dice, va haciendo mella en su ánimo. Escribe cartas cada vez más
desesperadas a sus allegados, describiendo lo desgraciado que se siente. Su
familia en un intento por ayudarle, se brinda a costear una estancia indefinida
en París, pero Kostas rechaza la generosa oferta sabedor del sacrificio
económico que eso supone para ellos. La melancolía propia de su carácter deriva
en abatimiento psicológico. Aún así, envía una invitación a unos amigos para
que le hagan una visita y abre una cuenta bancaria algo que nunca había hecho
antes; actos cotidianos que quizás encierran una voluntad de supervivencia. Pero,
acaso sea el miedo a caer en locura efecto progresivo de la sífilis (como meses
antes le había sucedido a su amigo el poeta Romos Filiras, quien fue ingresado
en una institución mental hasta su muerte), o la incapacidad de adaptarse a una
sociedad y a un modo de vida, o la frustración de estar condenado a no poder
vivir el amor que anhela, o la vulnerabilidad de su naturaleza cautiva de una
neurosis incontrolable; síntomas que bien pueden explicar las causas por las
que toma una decisión repentina e irreversible. Al atardecer del 20 de julio de
1928, en la amplia playa de Monolithi, Kostas Karyotakis se mete en el mar e
intenta una y otra vez sumergirse en las aguas; después de diez horas luchando
por intentar ahogarse las olas le devuelven a la costa. De madrugada, cansado e
ileso, regresa a su casa, repone fuerzas, se viste con un traje limpio y vuelve
a la calle. Adquiere en una armería un revolver Pieper Bayard 9 mm. Sentado en la terraza de la pequeña cafetería «El Jardín
Celestial», bebe un zumo de cereza agria y fuma un cigarro tras otro mientras
escribe una nota de despedida. Deja 75 dracmas en la mesa, suficientes para
pagar los 5 dracmas que cuesta la consumición y se dirige a la cercana playa de
« Agios Spyridon». Se acomoda debajo de un eucalipto, saca la pistola y se
dispara un tiro certero en el corazón. Muere el poeta a los 31 años en aquella
calurosa tarde de verano del 21 de julio de 1928. En el bolsillo de su chaqueta
se encuentra la carta donde expresa los motivos del suicidio; en la posdata
deja la última muestra de su ironía:
« y para variar: aconsejo a quienes sepan nadar que nunca intenten
suicidarse tirándose al mar. Durante diez horas fui azotado por las olas.
Tragué mucha agua, pero, de vez en cuando, sin saber cómo, salía a flote.
Seguramente en el futuro, cuando tenga la oportunidad, escribiré las
impresiones de un ahogado».