Con el paso de la edad
me estoy desmoronando
como un castillo de arena
azotado por el agua y el viento.
Tras de mí
queda la playa infinita
sin una huella de lo que en otro tiempo,
tal vez,
pudo ser una roca.
Aquella espina clavada
en la frente de Satanás.
Aquella tea ardiendo
en el fuego de tu pubis.
Son ahora
viejos zapatos de baile
olvidados en un rincón polvoriento.
Me siento viejo.
Viejos
son los elfos,
los nogmos,
las piedras,
los árboles…
… y los poetas con barba y
decadentes.