Sé crítico con los dioses, ellos no te perdonarán tu servilismo.
lunes, 28 de diciembre de 2015
martes, 22 de diciembre de 2015
ALFRED BESTER; “¡TIGRE!, ¡TIGRE!”.
Jauntear, v. “Transportarse
de forma instantánea de un punto a otro utilizando tan sólo la simple voluntad
del viajero”, (sedipedia). El término se debe al doctor Jaunte.
Características del jaunteo:
- Una persona no puede jauntear desde un punto de partida desconocido a un destino desconocido, ambos deben ser conocidos, memorizados y visualizados.
- Se requiere concentración y fe para desarrollar la acción con plena consciencia y determinación. La duda frustra el movimiento pudiéndose derivar consecuencias indeseadas. En las fases de experimentación el 80% de los voluntarios (que se presentaron bajo amenaza de muerte) perdieron la vida.
- El viaje puede hacerse a través de tierra y agua, en saltos sucesivos que no pueden exceder de mil quinientos kilómetros.
- El espacio está cerrado al jaunteo, su uso queda restringido a la superficie de los planetas del sistema solar.
- Sólo hay tres formas de impedir que una persona jauntee: un golpe en la cabeza que produzca una contusión, el empleo de sedantes que impidan la concentración y la ocultación de las coordenadas de teleportación.
- El lema es: “pienso, luego jaunteo”.
Características del jaunteo:
- Una persona no puede jauntear desde un punto de partida desconocido a un destino desconocido, ambos deben ser conocidos, memorizados y visualizados.
- Se requiere concentración y fe para desarrollar la acción con plena consciencia y determinación. La duda frustra el movimiento pudiéndose derivar consecuencias indeseadas. En las fases de experimentación el 80% de los voluntarios (que se presentaron bajo amenaza de muerte) perdieron la vida.
- El viaje puede hacerse a través de tierra y agua, en saltos sucesivos que no pueden exceder de mil quinientos kilómetros.
- El espacio está cerrado al jaunteo, su uso queda restringido a la superficie de los planetas del sistema solar.
- Sólo hay tres formas de impedir que una persona jauntee: un golpe en la cabeza que produzca una contusión, el empleo de sedantes que impidan la concentración y la ocultación de las coordenadas de teleportación.
- El lema es: “pienso, luego jaunteo”.
Condenados a objeto de museo o interés de coleccionistas, los medios de transporte y los sistemas de comunicación; resueltos los problemas de movilidad, teniendo instalaciones de energía autosuficientes (que proporcionen calor y luz) y el jaunteo, las viviendas individuales o colectivas son construidas en el desierto, en los bosques o en las montañas, cada individuo puede residir donde le venga en gana. La humanidad vive confortable acostada sobre el filo de una navaja, en un mundo donde el teletransporte facilita el viaje instantáneo y las últimas técnicas psicofisiológicas, los implantes cibernéticos, permiten que el cuerpo y la mente se puedan resetear, en un mundo galáctico seudofeudal controlado por codiciosas corporaciones multinacionales. La avaricia rompe el saco, estalla una guerra cruel y horrible entre Los Planetas Interiores (Venus, La Tierra y Marte) y Los Satélites Exteriores; un conflicto bélico (como todos) ocasionado por el interés económico y las presiones políticas, que centran su punto de origen en los cambios de la organización social producto de la distribución de la población, como consecuencia del jaunteo. Pasado el tiempo de las guerras mundiales, se inicia el de las guerras interplanetarias.
Toda guerra ampara, fomenta y hasta justifica la venganza, colectiva o individual. No hay mejor escenario para que un tipo sencillo, paradigma del hombre común y corriente, único superviviente de una nave a la deriva en el vacío del espacio profundo, sentenciado a su suerte de náufrago por quienes le negaron el auxilio; jure y perjure reparación, castigo, desquite, tomarse la justicia por su mano colérica. La nave salvadora pasa rozando su posición ignorándole. “Me dejas para que me pudra como un perro. Me dejas para que muera. No, saldré de aquí, saldré. ¡Te seguiré!”. Rehúsa a aceptar la realidad, se rebela contra el fatídico destino, trata de obligar a la vida a seguir su propia regla. Cambia, saca toda la bestia que lleva dentro arrastrado por el yo psicótico, se convierte en una máquina implacable de venganza. Asesina, roba, viola, secuestra y cuando la fuerza bruta no es eficaz, adopta técnicas más sofisticadas, miente, manipula, extorsiona, traiciona, todo en pos de un objetivo, ningún precio es demasiado alto para llegar a él, ningún obstáculo puede interponerse en su camino, ni la prisión, ni las instituciones más poderosas del mundo, ni la dignidad humana de las personas a las que utiliza, nada puede parar su comportamiento despreciable. “El hombre que da prioridad a sus propias decisiones sobre las de la sociedad es un criminal”. La oscuridad, el silencio, la soledad, el tatuaje-máscara que arde bajo la piel de su rostro (metáfora perfecta del monstruo), se hacen intolerables. Cuando todas las culpas, todos los terrores, todas las vergüenzas, todos los rencores, todas las iras están a punto de estallar, no malgastar el tiempo en rezos; terapia, la planificación terapéutica diseñada para fundir la hostilidad: desentraña la verdad, aplaca las emociones feroces, ilumina un nuevo despertar. Sólo nosotros mismos nos podemos salvar de nuestras propias traiciones. El brutal asesino transmuta en héroe altruista, redentor de una sociedad perdida y sin rumbo, a punto de la aniquilación. La recompensa no es el dinero, ni el poder, es el honor. “Siempre existirá el pecado y el perdón. Nunca superaremos eso”.
lunes, 14 de diciembre de 2015
CUENTO ÍNFIMO.17
La misión se está desarrollando según el plan previsto: los enemigos se encuentran bajo la lluvia y juegan a dispararse perdones.
miércoles, 9 de diciembre de 2015
TRIBULACIONES (XIX)
Mesa de diálogo (2):
El diálogo permite resolver problemas, imaginar, crear, inventar; tiende a entrecruzar caminos por una tierra de nadie que llevan a una misma meta, cuya finalidad última no es la fusión de todas las opiniones coincidentes entre contrarios, no es el resultado construido por todas las aportaciones con lo mejor de cada una de ellas, no es el finiquito de una suma de acuerdos sin más ni más. De la pluralidad del diálogo nace otra pluralidad nueva, resultado de todas las pluralidades.
Quien de verdad dialoga está dispuesto a establecer un intercambio de opiniones valiente, arriesgado; un diálogo atrevido que corre el riesgo de modificar las ideas personales, las creencias íntimas y el armazón de la propia vida.
Los muertos no hablan por mucho que nos empeñemos en ponerles voz.
El diálogo permite resolver problemas, imaginar, crear, inventar; tiende a entrecruzar caminos por una tierra de nadie que llevan a una misma meta, cuya finalidad última no es la fusión de todas las opiniones coincidentes entre contrarios, no es el resultado construido por todas las aportaciones con lo mejor de cada una de ellas, no es el finiquito de una suma de acuerdos sin más ni más. De la pluralidad del diálogo nace otra pluralidad nueva, resultado de todas las pluralidades.
Quien de verdad dialoga está dispuesto a establecer un intercambio de opiniones valiente, arriesgado; un diálogo atrevido que corre el riesgo de modificar las ideas personales, las creencias íntimas y el armazón de la propia vida.
Los muertos no hablan por mucho que nos empeñemos en ponerles voz.
lunes, 30 de noviembre de 2015
martes, 24 de noviembre de 2015
POEMA: “YO, YA NO CREO EN NADA”.
A Mercedes
Yo, ya no creo en nada que no sea
un cuerpo desnudo en la intimidad de la penumbra
el mar en calma
y un saxo sonando en la noche.
Yo, ya no creo en nada que no sea
el beso golfo de unos labios encendidos,
el mar en calma
y una trompeta sonando en la noche.
Yo, ya no creo en nada que no sea
la palabra sencilla de un verso libre
el mar en calma
y un piano sonando en la noche.
Yo, ya no creo en nada que no sea
el roce furtivo de las manos atentas
el mar en calma
y una guitarra sonando en la noche.
Yo, ya sólo creo
en tu cuerpo desnudo,
en tus besos golfos,
en tus palabras sencillas
en tus roces furtivos
como el sonido de un saxo
o de una trompeta
o de un piano
o de una guitarra
arrullando la calma de mi mar en la noche.
martes, 17 de noviembre de 2015
APOTEGMA (81)
En ocasiones la vida nos pone en la tesitura de actuar como si estuviésemos encantados de encontrarnos entre nuestros enemigos.
miércoles, 11 de noviembre de 2015
SERGIO CORAZZINI (1886-1907)
Bueno y paciente, tímido y tranquilo, ojos melancólicos, boca sensual, pálido rostro frágil y sonriente, de mirada errante y voz suave; víctima del destino aciago, envuelto en una aureola de dandi mártir, con la muerte como compañera siempre, mito hermoso de santo prodigio maldito. Su madre (Carolina Calamani) le alumbra el 6 de febrero de 1886, vía Lucina,17, en una casa de la vieja Roma capitalina; aunque pronto la familia traslada su residencia a vía Sediari, calle contigua a la plaza Navona. Linaje de origen toscano, burguesía pudiente, romana y papal, vinculada al Estado Pontificio; el abuelo (Filippo Corazzini) abogado y funcionario de la Dataria Pontificia y el padre (Enrico Corazzini) administrativo de bienes en la casa apostólica, además, emprendedor autónomo, regenta un estanco y abre un despacho de representación de vinos y perfumes.
Sergio niño, asiste a las clases elementales de la escuela primaria en Roma, donde es recordado como un compañero inteligente y gentil. Más tarde, de 1895 a 1898, el bienestar económico del que goza la familia, permite a los dos hijos mayores, Sergio y Gualtiero, (había un tercer hijo menor, Erberto), matricularse en el acreditado Colegio Nacional Umberto I de Spoleto, institución laica que no mella para nada la educación religiosa de los muchachos recibida en el hogar, muy al contrario, es posible que el entorno bañado de mística franciscana impregne de abandono espiritual algunas composiciones poéticas de Corazzini. Entusiasta apasionado y hasta erudito de las marionetas, es actor y director del teatro de títeres del centro académico. Edad de aprender, descubrir, desarrollarse. Spoleto, en los últimos años del siglo XIX, continúa siendo lugar de vacaciones de la gente bien de la sociedad romana, entre ellos, frecuenta la sede, el escritor Ugo Ojetti, estilo y formas, canon de elegancia y referencia absoluta para el adolescente poeta. El camino es intenso pero corto, las decepciones crueles alejan a las fantasías, a los pequeños sueños, debido a las dificultades económicas por las que atraviesa la familia, incapaces de pagar los honorarios escolares, ambos alumnos se ven obligados a dejar el benemérito liceo. El culpable de la crisis financiera es el padre, Enrico, ahora desempleado del registro de la Dataria Pontificia, fracasado inversor en bolsa, arruinado empresario y dicen que libertino, autoritario y vulgar, (cifró la esperanza en un golpe de suerte que resolviera todo y le hundió en la nada). Al descalabro económico se suma la tos, el ahogo, la saliva manchada de sangre, las líneas marchitas de la enfermedad que subrayan la fragilidad de la vida, posiblemente Sergio ya sabe que padece tuberculosis (maldición familiar) como su madre Carolina y su hermano Gualtiero que morirán del mismo mal. El hermano pequeño Erberto fallecerá en un accidente automovilístico en Libia y el padre, ¡ay! Enrico, víctima de su propio destino, termina sus días solo y pobre en un hospicio para indigentes. Las desgracias minan el ánimo, el sufrimiento se consagra como símbolo de la condición existencial. La vida decepciona.
De vuelta en Roma, bajo los ecos dolorosos de la transición de la infancia a la adolescencia, de la abundancia a la miseria y del confort al malestar; sin poder terminar la escuela secundaria (ayudar a la familia es lo primero), Sergio se coloca en la compañía de seguros “La Prusiana” que sita sus oficinas en una vetusta casa de vía del Corso. Al despacho del nuevo empleado da paso una estrecha escalera de caracol, la habitación, “celda triste”, es sucia, sombría, con paredes grises y una ventana enrejada que se abre a un patio interior; como los muebles viejos, la ropa vieja, la profunda angustia y el colapso de los anhelos vanos tan ineludiblemente unidos a su existencia. Sin embargo, del trabajo oscuro, sin amor, sin propósito, resarcen los sueños, la pasión inagotable por la poesía y la amistad fraternal. En vía Corso Umberto, la expendeduría de tabacos que gestiona el padre, se ubica entre una joyería y un café de nombre “Café Sartoris”, abierto hasta altas horas de la noche y frecuentado por una clientela de diversa humanidad bohemia. Es aquí donde Sergio Corazzini entra en contacto con el mundo literario; después de las fatigas del día, cuando termina el horario laboral, se reúne con sus amigos poetas, participa cotidianamente en sus cenáculos, en sus discusiones sobre autores y obras, en sus recitales poéticos, en sus largos paseos por las calles de Roma buscando iglesias abandonadas, claustros olvidados, jardines desolados, patios deshabitados, pequeñas capillas cerradas…, camina con la respiración entrecortada, ondulante luciendo sombreros de ala ancha y pajaritas. Poco a poco se convierte en el alma de este círculo de escritores, consolidando un grupo de amigos leales sobre los que ejerce una fascinación verdadera; alrededor de su carismática figura toma forma un estilo poético denominado crepuscular, al que la mayoría de estos autores colegas se adhiere. Dolor, soledad, sufrimiento, tristeza, ansiedad, melancolía, pesimismo, desolación, enfermedad y muerte, forman parte del decálogo de atmósferas y temas existenciales que comparten sus composiciones, todo nacido alrededor de una pequeña mesa de café.
Influido por la lectura apasionada de sus poetas predilectos, el trío italiano: Carducci, Pascoli, D´Annunzio y los extranjeros del decadentismo franco-belga: Jammes, Maeterlinck, Rodenbach, Laforgue; alumbra sus primeros versos. El 17 de mayo de 1902, debuta publicando en el periódico popular “Pasquino de Roma”, el soneto “Na bella idea”, escrito en dialecto romano. El 14 de septiembre de 1902, en el periódico satírico-político “Rugantino”, hace lo propio con otro soneto escrito en el mismo habla. Se revela ya la temprana madurez vital del joven poeta. Es un tiempo agitado, de colaboraciones aquí y allá en periódicos y revistas, no sólo regionales; donde publica con mayor regularidad (en tres años cincuenta y ocho apariciones) es en la revista humorística-satírica “Marforio”. En esta intensa actividad emergen los valores que van dotando de un poso personal a su obra.
En la primavera de 1904, bajo el sello de la Imprenta Cooperativa Obrera Romana (donde verán la luz todas sus obras), Sergio Corazzini inaugura su ingreso en el orbe literario con “Dolcezze”, cincuenta páginas que recogen diez poemas (seleccionados, con severo rigor, entre decenas publicados en diarios y revistas), a los que se han añadido siete inéditos. Al precio de una lira se tira un pequeño número de ejemplares con escasa repercusión. Hoy, como todas las primeras ediciones del poeta, un auténtico tesoro inencontrable, ausente incluso en los anaqueles de las bibliotecas públicas. Unos meses después, en el verano del mismo año, participa junto a otros amigos, en el mensual “Roma Flamma”, original intento de fusionar los estilos prerrafaelista italiano y simbolista francés que abre la puerta al crepuscularismo romano. Empresa efímera de un solo número, donde contradiciendo a sus gustos, Sergio firma un vehemente artículo en defensa de la literatura italiana frente a la imperante moda francesa: "Si nuestras mujeres no quieren leer a escritores italianos, tanto peor... para los editores, pero cuando un periódico o revista cuyo editor es italiano, cuya redacción es italiana, cuya patria es Italia y cuyo público somos nosotros ... leemos el sumario y debemos reconocer que la lengua francesa es lo único bueno ... porque la crítica, el cuento, la novela son de autores franceses, entonces, francamente, se nos revuelve el estómago, ante tanta hospitalidad con lo extranjero ".
Pobre y débil, con los sueños rotos, la condición existencial del poeta se envuelve en una corta agonía. En 1905 su salud se deteriora, la enfermedad manifiesta la presencia inexorable de la muerte, “su vida pende de un hilo” diagnostica el médico de cabecera. A pesar de las limitaciones orgánicas, el año para Sergio Corazzini es intenso. Ante los aficionados romanos exterioriza sus poemas en varias lecturas públicas, se fecha la aparición de su segundo libro “L´amaro calice” (diez composiciones), el 28 de mayo tiene la audacia de probar suerte en la dramaturgia, representa en el teatro Metastasio de Roma el drama “Iltraguardo” (la crítica no es indulgente y recomienda al autor que se dedique a escribir versos) y en verano publica un tercer poemario “Le aureole” (doce poemas, nueve inéditos). Agotado por la tuberculosis, tratando de recuperar la salud, ingresa en un sanatorio de Nocera Umbra, en las primeras semanas de estancia parece sentirse mejor, pero a los dos meses escribe a un amigo “No sé lo que pasa, es como si un vampiro invisible me chupara lentamente y de forma continuada la sangre, me encuentro cada día más postrado y cansado”. Coincide la permanencia hospitalaria (maldita estrella) con el absoluto hundimiento financiero del padre. Obligado por las circunstancias, interrumpe brevemente la cura de reposo y viaja a Cremona, ciudad natal de su madre, con el compromiso de pedir ayuda económica a la familia. En su vida nada es extraordinario o heroico o lo es todo, como en su amor, del que poco se sabe; en Nocera conoce a la joven danesa, Sania, dulce, educada, sensible, la relación es puramente platónica; está en el mismo caso una moza pastelera cremonense que conoció cuando estuvo visitando a sus parientes y con la que mantuvo una breve correspondencia; se ha escrito también de una mujer madura de tono decadente y cosmopolita o de una pobre chica francesa acaso enferma, tal vez discurso íntimo con un alma gemela.
Atrás queda un nuevo intento de revista efímera “Crónicas Latinas” (tres números entre 15 de diciembre de 1905 y 15 de enero de 1906). Echa de menos las calles bulliciosas, las viejas canciones, las tertulias, los amigos, la noche. A finales de junio de 1906 regresa a Roma. Aliviada la nostalgia publica a dúo con AlbertoTarchiani (mitad y mitad) el “Piccolo libro inutile”, el libro contiene los versos más famosos de Corazzini, aquellos en los que comienza negando su condición de poeta: “¿Por qué me llamas poeta / Yo no soy un poeta. / Yo no soy más que un pequeño niño llorando /…”, en la contraportada de la obra ambos autores declaran que “no se han atrevido a poner precio a este libro inútil, porque, según su criterio, piensan que nadie va a querer comprarlo”. El tiempo apremia, empuja el afán de desarrollar plenamente su experiencia literaria. Sin fecha precisa, en el otoño, publica “Elegía”, considerada su obra maestra, y a finales de año, hace lo propio con “Libro per la sera della domenica”, su canto del cisne que logra despertar el interés de los cenáculos literarios más allá de su corro de amigos. Debido a una subida severa de fiebre tiene que ser hospitalizado en el sanatorio de los Hermanos Hospitalarios de Nettuno. El joven poeta vive los momentos más amargos de su corta vida. Entregado a la dolorosa rutina del régimen sanitario, con el deseo de renunciar al tratamiento y volver a Roma, duerme con el horario de trenes bajo la almohada, a veces se escapa de la casa de reposo y pasa varias horas sentado en el andén de la estación viendo pasar los trenes. En su habitación hay una maleta abierta en el suelo, una gorra multicolor colgando de la pared, un aparador lleno de botellas de medicamentos y pilas de libros. Las sucesivas crisis del mal no dan descanso al poeta, sin embargo, desolado, lo que más le atormenta es la falta de comunicación con los compañeros, aguarda una carta o una postal o una visita aunque sea breve y conmovedora. En este periodo germina la amistad epistolar con el escritor florentino Aldo Palazzeschi.
Herido mortal, resignado a su suerte, sin esperanzas, con el llanto y la impotencia de las palabras; deserta del sanatorio y vuelve a su hogar, a respirar el aire de sus queridas calles romanas por las que ya no volverá a pasear. Se organiza en su honor una velada poética en la Sociedad de Autores a la que no puede asistir. Las visitas a domicilio de los amigos son cada vez más tristes, testigos doloridos de la devastación. A mediados de mayo de 1907 el médico prohíbe también las visitas y ordena absoluto reposo. La vida cuando ya no es capaz de proporcionar alegría, es el prólogo, es la anticipación, es síntoma de una enfermedad ruin que en silencio se consume al encuentro de la muerte liberadora. A los 21 años, el 17 de junio de 1907, muere Sergio Corazzini en su casa de vía de Sediari. Todos los amigos asisten al funeral, uno de ellos, Ercole Rivalta pronuncia el último adiós. El ataúd cubierto de simbólicos laureles y lirios es enterrado, a la sombra de las estatuas corroídas por el tiempo, en una tumba del cementerio monumental Verano de Roma.
“Mis libros de poesía son el espejo de mi alma sencilla y humilde” (Sergio Corazzini).
Sergio niño, asiste a las clases elementales de la escuela primaria en Roma, donde es recordado como un compañero inteligente y gentil. Más tarde, de 1895 a 1898, el bienestar económico del que goza la familia, permite a los dos hijos mayores, Sergio y Gualtiero, (había un tercer hijo menor, Erberto), matricularse en el acreditado Colegio Nacional Umberto I de Spoleto, institución laica que no mella para nada la educación religiosa de los muchachos recibida en el hogar, muy al contrario, es posible que el entorno bañado de mística franciscana impregne de abandono espiritual algunas composiciones poéticas de Corazzini. Entusiasta apasionado y hasta erudito de las marionetas, es actor y director del teatro de títeres del centro académico. Edad de aprender, descubrir, desarrollarse. Spoleto, en los últimos años del siglo XIX, continúa siendo lugar de vacaciones de la gente bien de la sociedad romana, entre ellos, frecuenta la sede, el escritor Ugo Ojetti, estilo y formas, canon de elegancia y referencia absoluta para el adolescente poeta. El camino es intenso pero corto, las decepciones crueles alejan a las fantasías, a los pequeños sueños, debido a las dificultades económicas por las que atraviesa la familia, incapaces de pagar los honorarios escolares, ambos alumnos se ven obligados a dejar el benemérito liceo. El culpable de la crisis financiera es el padre, Enrico, ahora desempleado del registro de la Dataria Pontificia, fracasado inversor en bolsa, arruinado empresario y dicen que libertino, autoritario y vulgar, (cifró la esperanza en un golpe de suerte que resolviera todo y le hundió en la nada). Al descalabro económico se suma la tos, el ahogo, la saliva manchada de sangre, las líneas marchitas de la enfermedad que subrayan la fragilidad de la vida, posiblemente Sergio ya sabe que padece tuberculosis (maldición familiar) como su madre Carolina y su hermano Gualtiero que morirán del mismo mal. El hermano pequeño Erberto fallecerá en un accidente automovilístico en Libia y el padre, ¡ay! Enrico, víctima de su propio destino, termina sus días solo y pobre en un hospicio para indigentes. Las desgracias minan el ánimo, el sufrimiento se consagra como símbolo de la condición existencial. La vida decepciona.
De vuelta en Roma, bajo los ecos dolorosos de la transición de la infancia a la adolescencia, de la abundancia a la miseria y del confort al malestar; sin poder terminar la escuela secundaria (ayudar a la familia es lo primero), Sergio se coloca en la compañía de seguros “La Prusiana” que sita sus oficinas en una vetusta casa de vía del Corso. Al despacho del nuevo empleado da paso una estrecha escalera de caracol, la habitación, “celda triste”, es sucia, sombría, con paredes grises y una ventana enrejada que se abre a un patio interior; como los muebles viejos, la ropa vieja, la profunda angustia y el colapso de los anhelos vanos tan ineludiblemente unidos a su existencia. Sin embargo, del trabajo oscuro, sin amor, sin propósito, resarcen los sueños, la pasión inagotable por la poesía y la amistad fraternal. En vía Corso Umberto, la expendeduría de tabacos que gestiona el padre, se ubica entre una joyería y un café de nombre “Café Sartoris”, abierto hasta altas horas de la noche y frecuentado por una clientela de diversa humanidad bohemia. Es aquí donde Sergio Corazzini entra en contacto con el mundo literario; después de las fatigas del día, cuando termina el horario laboral, se reúne con sus amigos poetas, participa cotidianamente en sus cenáculos, en sus discusiones sobre autores y obras, en sus recitales poéticos, en sus largos paseos por las calles de Roma buscando iglesias abandonadas, claustros olvidados, jardines desolados, patios deshabitados, pequeñas capillas cerradas…, camina con la respiración entrecortada, ondulante luciendo sombreros de ala ancha y pajaritas. Poco a poco se convierte en el alma de este círculo de escritores, consolidando un grupo de amigos leales sobre los que ejerce una fascinación verdadera; alrededor de su carismática figura toma forma un estilo poético denominado crepuscular, al que la mayoría de estos autores colegas se adhiere. Dolor, soledad, sufrimiento, tristeza, ansiedad, melancolía, pesimismo, desolación, enfermedad y muerte, forman parte del decálogo de atmósferas y temas existenciales que comparten sus composiciones, todo nacido alrededor de una pequeña mesa de café.
Influido por la lectura apasionada de sus poetas predilectos, el trío italiano: Carducci, Pascoli, D´Annunzio y los extranjeros del decadentismo franco-belga: Jammes, Maeterlinck, Rodenbach, Laforgue; alumbra sus primeros versos. El 17 de mayo de 1902, debuta publicando en el periódico popular “Pasquino de Roma”, el soneto “Na bella idea”, escrito en dialecto romano. El 14 de septiembre de 1902, en el periódico satírico-político “Rugantino”, hace lo propio con otro soneto escrito en el mismo habla. Se revela ya la temprana madurez vital del joven poeta. Es un tiempo agitado, de colaboraciones aquí y allá en periódicos y revistas, no sólo regionales; donde publica con mayor regularidad (en tres años cincuenta y ocho apariciones) es en la revista humorística-satírica “Marforio”. En esta intensa actividad emergen los valores que van dotando de un poso personal a su obra.
En la primavera de 1904, bajo el sello de la Imprenta Cooperativa Obrera Romana (donde verán la luz todas sus obras), Sergio Corazzini inaugura su ingreso en el orbe literario con “Dolcezze”, cincuenta páginas que recogen diez poemas (seleccionados, con severo rigor, entre decenas publicados en diarios y revistas), a los que se han añadido siete inéditos. Al precio de una lira se tira un pequeño número de ejemplares con escasa repercusión. Hoy, como todas las primeras ediciones del poeta, un auténtico tesoro inencontrable, ausente incluso en los anaqueles de las bibliotecas públicas. Unos meses después, en el verano del mismo año, participa junto a otros amigos, en el mensual “Roma Flamma”, original intento de fusionar los estilos prerrafaelista italiano y simbolista francés que abre la puerta al crepuscularismo romano. Empresa efímera de un solo número, donde contradiciendo a sus gustos, Sergio firma un vehemente artículo en defensa de la literatura italiana frente a la imperante moda francesa: "Si nuestras mujeres no quieren leer a escritores italianos, tanto peor... para los editores, pero cuando un periódico o revista cuyo editor es italiano, cuya redacción es italiana, cuya patria es Italia y cuyo público somos nosotros ... leemos el sumario y debemos reconocer que la lengua francesa es lo único bueno ... porque la crítica, el cuento, la novela son de autores franceses, entonces, francamente, se nos revuelve el estómago, ante tanta hospitalidad con lo extranjero ".
Pobre y débil, con los sueños rotos, la condición existencial del poeta se envuelve en una corta agonía. En 1905 su salud se deteriora, la enfermedad manifiesta la presencia inexorable de la muerte, “su vida pende de un hilo” diagnostica el médico de cabecera. A pesar de las limitaciones orgánicas, el año para Sergio Corazzini es intenso. Ante los aficionados romanos exterioriza sus poemas en varias lecturas públicas, se fecha la aparición de su segundo libro “L´amaro calice” (diez composiciones), el 28 de mayo tiene la audacia de probar suerte en la dramaturgia, representa en el teatro Metastasio de Roma el drama “Iltraguardo” (la crítica no es indulgente y recomienda al autor que se dedique a escribir versos) y en verano publica un tercer poemario “Le aureole” (doce poemas, nueve inéditos). Agotado por la tuberculosis, tratando de recuperar la salud, ingresa en un sanatorio de Nocera Umbra, en las primeras semanas de estancia parece sentirse mejor, pero a los dos meses escribe a un amigo “No sé lo que pasa, es como si un vampiro invisible me chupara lentamente y de forma continuada la sangre, me encuentro cada día más postrado y cansado”. Coincide la permanencia hospitalaria (maldita estrella) con el absoluto hundimiento financiero del padre. Obligado por las circunstancias, interrumpe brevemente la cura de reposo y viaja a Cremona, ciudad natal de su madre, con el compromiso de pedir ayuda económica a la familia. En su vida nada es extraordinario o heroico o lo es todo, como en su amor, del que poco se sabe; en Nocera conoce a la joven danesa, Sania, dulce, educada, sensible, la relación es puramente platónica; está en el mismo caso una moza pastelera cremonense que conoció cuando estuvo visitando a sus parientes y con la que mantuvo una breve correspondencia; se ha escrito también de una mujer madura de tono decadente y cosmopolita o de una pobre chica francesa acaso enferma, tal vez discurso íntimo con un alma gemela.
Atrás queda un nuevo intento de revista efímera “Crónicas Latinas” (tres números entre 15 de diciembre de 1905 y 15 de enero de 1906). Echa de menos las calles bulliciosas, las viejas canciones, las tertulias, los amigos, la noche. A finales de junio de 1906 regresa a Roma. Aliviada la nostalgia publica a dúo con AlbertoTarchiani (mitad y mitad) el “Piccolo libro inutile”, el libro contiene los versos más famosos de Corazzini, aquellos en los que comienza negando su condición de poeta: “¿Por qué me llamas poeta / Yo no soy un poeta. / Yo no soy más que un pequeño niño llorando /…”, en la contraportada de la obra ambos autores declaran que “no se han atrevido a poner precio a este libro inútil, porque, según su criterio, piensan que nadie va a querer comprarlo”. El tiempo apremia, empuja el afán de desarrollar plenamente su experiencia literaria. Sin fecha precisa, en el otoño, publica “Elegía”, considerada su obra maestra, y a finales de año, hace lo propio con “Libro per la sera della domenica”, su canto del cisne que logra despertar el interés de los cenáculos literarios más allá de su corro de amigos. Debido a una subida severa de fiebre tiene que ser hospitalizado en el sanatorio de los Hermanos Hospitalarios de Nettuno. El joven poeta vive los momentos más amargos de su corta vida. Entregado a la dolorosa rutina del régimen sanitario, con el deseo de renunciar al tratamiento y volver a Roma, duerme con el horario de trenes bajo la almohada, a veces se escapa de la casa de reposo y pasa varias horas sentado en el andén de la estación viendo pasar los trenes. En su habitación hay una maleta abierta en el suelo, una gorra multicolor colgando de la pared, un aparador lleno de botellas de medicamentos y pilas de libros. Las sucesivas crisis del mal no dan descanso al poeta, sin embargo, desolado, lo que más le atormenta es la falta de comunicación con los compañeros, aguarda una carta o una postal o una visita aunque sea breve y conmovedora. En este periodo germina la amistad epistolar con el escritor florentino Aldo Palazzeschi.
Herido mortal, resignado a su suerte, sin esperanzas, con el llanto y la impotencia de las palabras; deserta del sanatorio y vuelve a su hogar, a respirar el aire de sus queridas calles romanas por las que ya no volverá a pasear. Se organiza en su honor una velada poética en la Sociedad de Autores a la que no puede asistir. Las visitas a domicilio de los amigos son cada vez más tristes, testigos doloridos de la devastación. A mediados de mayo de 1907 el médico prohíbe también las visitas y ordena absoluto reposo. La vida cuando ya no es capaz de proporcionar alegría, es el prólogo, es la anticipación, es síntoma de una enfermedad ruin que en silencio se consume al encuentro de la muerte liberadora. A los 21 años, el 17 de junio de 1907, muere Sergio Corazzini en su casa de vía de Sediari. Todos los amigos asisten al funeral, uno de ellos, Ercole Rivalta pronuncia el último adiós. El ataúd cubierto de simbólicos laureles y lirios es enterrado, a la sombra de las estatuas corroídas por el tiempo, en una tumba del cementerio monumental Verano de Roma.
“Mis libros de poesía son el espejo de mi alma sencilla y humilde” (Sergio Corazzini).
lunes, 2 de noviembre de 2015
CUENTO ÍNFIMO.16
La chica buena, sentimental, que se emociona y llora viendo películas románticas, vuelve a casa caminando en una noche lluviosa y con un tacón roto.
martes, 27 de octubre de 2015
TRIBULACIONES (XVIII)
Mesa de diálogo:
Plataforma neutral. Principio unificador de vida social. Homogeneidad, ausencia de división o de distinción. Coloca lo disperso. En torno a su centro no hay pueblo elegido y los individuos crean lo que necesitan, deciden lo que les parece bueno. Figura iconográfica en la que se manifiesta la palabra, se expresan en común creencias y dogmas sobre categorías históricas, sociales, políticas y culturales (en ningún caso irrelevantes) del orden del mundo.
Las opiniones se presentan como múltiples y complementarias. Cada discurso es él mismo, distinto y con identidad propia. La variedad enriquece el contexto. Comparar la tesis que cada uno posee sin superioridad, escuchar con respeto sin descalificaciones superficiales. Aprender unas de otras. Nuestras opiniones pueden ser tan importantes para el acercamiento de la verdad como las opiniones de los otros.
Dialogar es un acto inicial con niveles teóricos desarrollados sobre estructuras básicas, un encuentro profundo que se construye con lucidez y humildad, razón e inteligencia.
Plataforma neutral. Principio unificador de vida social. Homogeneidad, ausencia de división o de distinción. Coloca lo disperso. En torno a su centro no hay pueblo elegido y los individuos crean lo que necesitan, deciden lo que les parece bueno. Figura iconográfica en la que se manifiesta la palabra, se expresan en común creencias y dogmas sobre categorías históricas, sociales, políticas y culturales (en ningún caso irrelevantes) del orden del mundo.
Las opiniones se presentan como múltiples y complementarias. Cada discurso es él mismo, distinto y con identidad propia. La variedad enriquece el contexto. Comparar la tesis que cada uno posee sin superioridad, escuchar con respeto sin descalificaciones superficiales. Aprender unas de otras. Nuestras opiniones pueden ser tan importantes para el acercamiento de la verdad como las opiniones de los otros.
Dialogar es un acto inicial con niveles teóricos desarrollados sobre estructuras básicas, un encuentro profundo que se construye con lucidez y humildad, razón e inteligencia.
martes, 20 de octubre de 2015
POEMA: “REGRESAN MIS FANTASMAS”.
El olvido no nombra herederos
desdeña todo
excepto a su sombra.
Regresan mis fantasmas conmigo a cuestas.
Regresan, dices.
Nunca se fueron.
Fieles a sí mismos,
apartados en el rincón donde nacieron,
vuelven retadores
sacando pecho,
asisten al velatorio de sus muertos.
martes, 13 de octubre de 2015
miércoles, 7 de octubre de 2015
APOTEGMA (80)
Las bibliotecas son el hipocampo donde la memoria de la humanidad guarda sus recuerdos, sin ellas no conoceremos el pasado, no comprenderemos el presente y tendremos dificultades para construir el futuro. Quien destruye una biblioteca, destruye mucho más que saber y conocimiento, asola el campo en el que se cultiva el ser persona.
miércoles, 30 de septiembre de 2015
GRANT MORRISON & PAUL DINI; “BATMAN. LA RESURRECCIÓN DE RA´S AL GHUL”.
Desaparecen dos científicos
ecologistas cuando estudiaban el comportamiento extraño de las polillas: residen
en lugares donde no debían hacerlo y viven más tiempo rompiendo la frontera de
su ciclo vital. Desafiar las leyes conocidas de la ciencia es la tentación de
los necios. Los caminos del Tao están presentes, permanecen activos, uno puede
sentirlos, oírlos por todas partes, aunque la gente rara vez escucha cuando el
mundo habla. El camino está sembrado de preguntas, dudas y respuestas. ¿Qué
derecho tenemos de negar a los seres queridos difuntos su intención de volver a
la vida y qué derecho de vivir nosotros mientras ellos están muertos? ¿Qué
derecho tenemos de perturbar el orden natural de las cosas? Desafiar el mapa de
la inmortalidad supone ir más allá de la supervivencia de la mente a la
descomposición de la carne. Renacer, dejar atrás todos los vínculos con el
pasado, bañarse en el legendario manantial de la eterna juventud, morada de los
maestros de las mejores escuelas de artes marciales de la historia, y salir
renovado física y mentalmente hasta llegar al borde de la locura con riesgo de
caer en ella. Buenos o malos todos somos la suma de nuestras partes.
Un caminante entre los
espectros del subsuelo, un sin cuerpo en la noche interminable ha regresado a
este mundo para combatir al viejo enemigo del hombre: la muerte, y ajustar
cuentas con Batman. (A pesar del tiempo transcurrido nada cambia en este mundo,
ni el odio, ni el amor). Figura mefistofélica, frío, calculador e inteligente,
buen espadachín, mezcla poderes ancestrales con técnicas del futuro; ciencia y
fe. Ambicioso iluminado, sus planes, ¡oh, sorpresa!, dominar el mundo con el
fin de salvarlo de la raza humana, eliminar al 90% de la humanidad provocando un
desastre ecológico y dejar sólo aquéllos que son dignos de vivir bajo su
mandato, de someterse a sus órdenes, a su reinado totalitario. (El hombre
superior sabe cuando callarse y hacer lo que se le dice, el hombre superior
sabe cumplir con su deber). Como todo buen tirano quiere liberar para someter.
Dicen que cuando el viejo fantasma
de las montañas traiga la muerte a la ciudad cambiante, se aproximará el fin
del mundo. Dice también la leyenda que para restaurar el cuerpo se necesita
poseer la fuerza vital, cobrar la sangre de la misma sangre, los genes de los
mismos genes; un cuerpo que no sólo le sirva de anfitrión, que comparta ADN y
le devuelva completamente a la vida. Cuando se vive mucho tiempo, cuando se
roza la inmortalidad los sentimientos de los simples mortales quedan superados.
Como todo buen demonio utiliza la tentación, a cambio del continente que
envuelva su contenido inmortal ofrece el poder y el dinero, ¡no es suficiente!,
ofrece comprar el alma, ¡no es suficiente!, ofrece el chantaje sentimental,
devolver la vida a los seres queridos; pero se impone la honestidad, la
lealtad, el destino de una madre, sufrir por ello, proteger sin piedad al hijo
repelente, grosero, mal educado, sin modales ni vergüenza que nadie soporta. El
amor de madre está por encima de cualquier ritual al que el hijo esté
condenado, por mucho que ese ritual suponga la supervivencia eterna de fuerzas
mayores. Aunque no está hecho el superhéroe para atender los deberes paternofiliales,
está para salvar al mundo; si se consigue compaginar las dos funciones unidas
por una causa común, se reparte estopa a destajo. A un cadáver vuelto a la vida
no se le puede matar con una espada, ni con una bala, sólo la putrefacción
puede acabar con él, poco a poco, en silencio. Todas las cosas de este mundo
son perecederas.
Se puede salvar la vida
mortal torciendo la voluntad del destino, sin mancillar el santuario del alma
por las ambiciones de inmortalidad, lucha feroz, desigual, entre el bien y el
mal. Un combate que llega hasta el fin pervirtiendo el equilibrio entre la vida
y la muerte. Y cuando todo parece en calma surge una nueva mente criminal con
sus perversas obsesiones.
martes, 22 de septiembre de 2015
CUENTO ÍNFIMO.15
Hacía meses, quizás un año ya, que no dormían juntos, ni compartían habitación. Empezó a llorar, se tapó la cabeza con la sábana y escondió la cara entre la almohada. Conteniendo el sollozo, se levantó de la cama, cogió un cigarrillo del paquete que sobrevivía encima de la mesilla y lo encendió. Se sentó en el alfeizar de la ventana abierta, mirando un cielo oscuro parco en estrellas. Aún húmedos los ojos, fumando un cigarro tras otro vio amanecer.
Ninguno de los momentos vividos con él era tan hermoso como aquel amanecer.
Ninguno de los momentos vividos con él era tan hermoso como aquel amanecer.
miércoles, 16 de septiembre de 2015
POEMA: “NO TENGAMOS PIEDAD DE LOS VENCEDORES”.
No tengamos piedad de los vencedores,
arranquémosles de cuajo
nuestra derrota
y extingámonos con ella
sangrando entre las manos.
arranquémosles de cuajo
nuestra derrota
y extingámonos con ella
sangrando entre las manos.
jueves, 10 de septiembre de 2015
miércoles, 2 de septiembre de 2015
miércoles, 26 de agosto de 2015
TUIAVII DE TIAVEA; “LOS PAPALAGI”.
Aunque Papalagi significa “hombre blanco extranjero”, literalmente quiere decir “quebrantador de los cielos”; el primer hombre blanco que desembarcó en Samoa llegó navegando en una embarcación a vela, los nativos que le vieron aproximarse pensaron que había salido de una grieta en el cielo, de ahí la denominación. Traducidos y seleccionados por Erich Scheurman, publicados en 1929 bajo este título, se recogen los discursos del jefe samoano Tuiavii de Tiavea dirigidos estrictamente a su pueblo polinesio, no al lector occidental. En ellos describe, con su particular estilo, lo que sus ojos asombrados observaron a lo largo de un viaje por algunos de los estados de Europa, donde conoció su cultura y sus peculiaridades nacionales. Se tornan los papeles, el explorador blanco se convierte en aborigen exótico y el aborigen exótico se convierte en explorador y nos cuenta sus impresiones etnológicas. Leemos los sentimientos que produce el contacto directo con una civilización ajena, extraña, incomprensible y tecnológicamente más avanzada. El amigo Tuiavii nos dice:
“La carne es pecado, sólo el espíritu cuenta”; esto dicen Los Papalagi, por esta razón llevan el cuerpo enteramente cubierto de taparrabos, esteras y envuelven sus pies en pellejos ajustados y pesados. Es común que los taparrabos de las hembras sean más coloridos, atractivos y finos que los de los machos. La mujer tiene muchas ropas de todos los colores y formas, la mayoría de sus pensamientos están dedicados a la elección de qué taparrabos llevar y cuando. El hombre sólo tiene un traje de fiesta y rara vez habla sobre él. Haciendo todo esto, el cuerpo de Los Papalagi se vuelve de un blanco pálido y carece del color de la alegría. No disfrutan de la vista que les ofrece una doncella esbelta con los miembros brillando al sol. Los Papalagi tienen que cubrirse tanto para esconder su vergüenza por estar locos, ciegos y no sentir los verdaderos placeres de la vida; porque no hay mayor locura que considerar la carne como un pecado.
Los Papalagi viven como crustáceos entre piedras de hormigón. Sus chozas forman filas en los márgenes de las grietas de lava que llaman calles; allí viven en el interior de casas altas del mismo modo que un ciempiés, escondidos detrás de muchas alas de madera que tienen que empujar antes de entrar a un cubículo llamado salón o habitación. Apenas conocen los nombres de los otros y cuando se encuentran, se saludan con un corto movimiento de cabeza o gruñen como insectos hostiles. La ciudad es su creación y su orgullo, Los Papalagi que viven allí tienen gustos raros, sin ninguna razón especial hacen toda clase de cosas que les ponen enfermos, aún así se sienten orgullosos de ellas y cantan odas a su propia gloria, esa gente no ha visto nunca un árbol o un bosque, jamás han visto el cielo claro, ni se han encontrado al Gran Espíritu cara a cara. Debajo de las colmenas donde viven, existen las grandes chozas de seudovida, que El Papalagi llama cine. Mientras sus ojos ven muchos placeres y crueldades, el hombre blanco tiene que permanecer sentado, muy quieto, mirando las imágenes que salen en la gran estera colgada de la pared como si él fuera de una especie distinta, porque están convencidos de que son mejores que aquellos que ven en el haz de luz y que ellos nunca realizan actos disparatados como los que se muestran. En la oscuridad pueden participar de esta seudovida sin avergonzarse, sin que otras personas sean capaces de ver sus ojos; el pobre puede jugar a ser rico y el rico puede jugar a ser pobre, los enfermos pueden imaginar que están sanos y los débiles que son fuertes. En la oscuridad todo el mundo puede conquistar y vivir cosas que nunca serían capaces de lograr en la vida real. Las imágenes crean pensamientos que acaban manteniéndole esclavizado. Cuando el sol está brillando, él piensa todo el tiempo cuanto bellamente brilla, pero cuando el sol brilla es mejor no pensar absolutamente nada, un hombre sabio expondría sus miembros a la cálida luz y no produciría ningún fruto del pensar mientras tanto. Nosotros sabemos que el pensar nos hace viejos y feos antes de tiempo. Los Papalagi eso lo desconocen aunque, curiosamente, sienten pasión por el tiempo, lo toman muy en serio y cuentan toda clase de tonterías sobre él, culpan al Gran Espíritu por no darles más, se lamentan de que el tiempo se desvanece como el humo. ¿Cuántos años tienes?, significa cuantas lunas has vivido. Es alguna clase de enfermedad peligrosa, porque cuando descubren las lunas que suele vivir la gente, entonces se guarda en la mente y pasadas una gran cantidad de lunas dicen: “Ahora, me ha llegado la hora de morir”. Nosotros nunca nos hemos lamentado del tiempo, lo hemos amado, sabemos que alcanzaremos nuestro objetivo a tiempo y que el Gran Espíritu nos llamará cuando perciba que se ha cumplido nuestro plazo.
Cada Papalagi dedica la mayor parte de su tiempo a una profesión. Todo lo que hacen con sus manos o con sus cabezas lo convierten en una profesión. Tener una profesión significa hacer siempre la misma cosa sin obtener ningún placer de ese trabajo, porque su trabajo se come toda la alegría y porque nunca hacen nada por su propio gusto. La profesión también es un espíritu maligno que destruye la vida, un espíritu maligno que murmura promesas dulces a los oídos de la gente a la vez que les chupa la energía de sus cuerpos; están cansados, encorvados y grises, les mata toda luz. Muchos trabajos de su profesión consisten en tallar e inventar cosas. De repente todo el mundo quiere tener tal cosa; la ponen frente a ellos, la adoran y la cantan elegías en su lenguaje. Parece que vivieran sólo para obtener cosas. Coleccionan cosas como un loco colecciona hojas muertas y llenan su cabaña con ellas hasta que todo espacio libre queda ocupado. Esta es la razón porque la tierra se ha vuelto tan triste. Es signo de gran pobreza que para vivir, alguien necesite de muchas cosas, porque de ese modo demuestra que carece de los elementos importantes del Gran Espíritu. El sueño del Papalagi nunca es tranquilo, siempre tiene que estar alerta, constantemente, para que las cosas que amasa durante el día, no le sean robadas por la noche. Jamás hallan el verdadero reposo: esa cabaña donde sólo hay una estera para dormir y un envuelvecama, y donde nada te turba salvo la suave brisa del mar.
Para obtener las cosas que les gustan, Los Papalagi necesitan dinero, cuanto más dinero acumulen más cosas tienen. Aman el dinero, dan la alegría a cambio de dinero, dan la salud a cambio de dinero; ellos adoran el papel tosco y el metal redondo, invocan al dinero como su único dios. En la tierra del hombre blanco es imposible estar sin dinero, tienes que pagar por todo, incluso para nacer tienes que pagar, incluso para morir tienes que pagar. En la tierra del Papalagi el hombre no es respetado por su nobleza o su valor, sino por la cantidad de dinero que acumula. Siempre se está devanando los sesos para sacar mayor provecho de los bienes de la tierra y su consideración no es por humanidad, sino sólo por el interés de una simple persona, esa persona son ellos mismos. En nuestro idioma “lau” significa “mío” pero también significa “tuyo”, es casi lo mismo; sin embargo en el idioma de Los Papalagi es difícil encontrar dos palabras que difieran tanto en significado como “mío” y “tuyo”, “mío” significa que algo me pertenece por entero a mí, “tuyo” significa que algo pertenece por entero a otro. Aquellos que tienen mucho deberían dar una parte, pero no quieren hacerlo; los que no tienen quieren también algo, pero no consiguen nada. Los hombres blancos no se dan cuenta que Dios creó el mundo para la felicidad y disfrute de todos y no sólo para unos pocos, mientras el resto sufre penalidades y necesidades. Dios no quiere que uno tenga mucho más que otro o que alguien diga: “estoy de pie bajo un rayo de sol y tú debes permanecer a la sombra”. Los Papalagi, aunque se llaman a sí mismos hijos de Dios y tienen su fe confirmada en escrituras sobre esteras, todavía sus enseñanzas les son extrañas, incluso aquellos que hablan sobre ellas. Los Papalagi retan a Dios, pero Dios es más fuerte que ellos y decide quien muere y cuando sin importar su riqueza.
El misionero dijo: “Dios es amor”, esta es la razón por la que el hombre blanco reza al Gran Espíritu, pero el misionero nos ha mentido. Sé que el Gran Dios nos ama más de lo que los ama a ellos, que nos llaman salvajes, palabra que evoca imágenes de animales con colmillos, carentes de alma. No se entiende donde radica el mérito de la cultura que ellos llaman civilizada, que alinea a su propia gente y les hace falsos, artificiales y depravados. Debemos estar agradecidos por no conocer los pecados y horrores de Los Papalagi.
“La carne es pecado, sólo el espíritu cuenta”; esto dicen Los Papalagi, por esta razón llevan el cuerpo enteramente cubierto de taparrabos, esteras y envuelven sus pies en pellejos ajustados y pesados. Es común que los taparrabos de las hembras sean más coloridos, atractivos y finos que los de los machos. La mujer tiene muchas ropas de todos los colores y formas, la mayoría de sus pensamientos están dedicados a la elección de qué taparrabos llevar y cuando. El hombre sólo tiene un traje de fiesta y rara vez habla sobre él. Haciendo todo esto, el cuerpo de Los Papalagi se vuelve de un blanco pálido y carece del color de la alegría. No disfrutan de la vista que les ofrece una doncella esbelta con los miembros brillando al sol. Los Papalagi tienen que cubrirse tanto para esconder su vergüenza por estar locos, ciegos y no sentir los verdaderos placeres de la vida; porque no hay mayor locura que considerar la carne como un pecado.
Los Papalagi viven como crustáceos entre piedras de hormigón. Sus chozas forman filas en los márgenes de las grietas de lava que llaman calles; allí viven en el interior de casas altas del mismo modo que un ciempiés, escondidos detrás de muchas alas de madera que tienen que empujar antes de entrar a un cubículo llamado salón o habitación. Apenas conocen los nombres de los otros y cuando se encuentran, se saludan con un corto movimiento de cabeza o gruñen como insectos hostiles. La ciudad es su creación y su orgullo, Los Papalagi que viven allí tienen gustos raros, sin ninguna razón especial hacen toda clase de cosas que les ponen enfermos, aún así se sienten orgullosos de ellas y cantan odas a su propia gloria, esa gente no ha visto nunca un árbol o un bosque, jamás han visto el cielo claro, ni se han encontrado al Gran Espíritu cara a cara. Debajo de las colmenas donde viven, existen las grandes chozas de seudovida, que El Papalagi llama cine. Mientras sus ojos ven muchos placeres y crueldades, el hombre blanco tiene que permanecer sentado, muy quieto, mirando las imágenes que salen en la gran estera colgada de la pared como si él fuera de una especie distinta, porque están convencidos de que son mejores que aquellos que ven en el haz de luz y que ellos nunca realizan actos disparatados como los que se muestran. En la oscuridad pueden participar de esta seudovida sin avergonzarse, sin que otras personas sean capaces de ver sus ojos; el pobre puede jugar a ser rico y el rico puede jugar a ser pobre, los enfermos pueden imaginar que están sanos y los débiles que son fuertes. En la oscuridad todo el mundo puede conquistar y vivir cosas que nunca serían capaces de lograr en la vida real. Las imágenes crean pensamientos que acaban manteniéndole esclavizado. Cuando el sol está brillando, él piensa todo el tiempo cuanto bellamente brilla, pero cuando el sol brilla es mejor no pensar absolutamente nada, un hombre sabio expondría sus miembros a la cálida luz y no produciría ningún fruto del pensar mientras tanto. Nosotros sabemos que el pensar nos hace viejos y feos antes de tiempo. Los Papalagi eso lo desconocen aunque, curiosamente, sienten pasión por el tiempo, lo toman muy en serio y cuentan toda clase de tonterías sobre él, culpan al Gran Espíritu por no darles más, se lamentan de que el tiempo se desvanece como el humo. ¿Cuántos años tienes?, significa cuantas lunas has vivido. Es alguna clase de enfermedad peligrosa, porque cuando descubren las lunas que suele vivir la gente, entonces se guarda en la mente y pasadas una gran cantidad de lunas dicen: “Ahora, me ha llegado la hora de morir”. Nosotros nunca nos hemos lamentado del tiempo, lo hemos amado, sabemos que alcanzaremos nuestro objetivo a tiempo y que el Gran Espíritu nos llamará cuando perciba que se ha cumplido nuestro plazo.
Cada Papalagi dedica la mayor parte de su tiempo a una profesión. Todo lo que hacen con sus manos o con sus cabezas lo convierten en una profesión. Tener una profesión significa hacer siempre la misma cosa sin obtener ningún placer de ese trabajo, porque su trabajo se come toda la alegría y porque nunca hacen nada por su propio gusto. La profesión también es un espíritu maligno que destruye la vida, un espíritu maligno que murmura promesas dulces a los oídos de la gente a la vez que les chupa la energía de sus cuerpos; están cansados, encorvados y grises, les mata toda luz. Muchos trabajos de su profesión consisten en tallar e inventar cosas. De repente todo el mundo quiere tener tal cosa; la ponen frente a ellos, la adoran y la cantan elegías en su lenguaje. Parece que vivieran sólo para obtener cosas. Coleccionan cosas como un loco colecciona hojas muertas y llenan su cabaña con ellas hasta que todo espacio libre queda ocupado. Esta es la razón porque la tierra se ha vuelto tan triste. Es signo de gran pobreza que para vivir, alguien necesite de muchas cosas, porque de ese modo demuestra que carece de los elementos importantes del Gran Espíritu. El sueño del Papalagi nunca es tranquilo, siempre tiene que estar alerta, constantemente, para que las cosas que amasa durante el día, no le sean robadas por la noche. Jamás hallan el verdadero reposo: esa cabaña donde sólo hay una estera para dormir y un envuelvecama, y donde nada te turba salvo la suave brisa del mar.
Para obtener las cosas que les gustan, Los Papalagi necesitan dinero, cuanto más dinero acumulen más cosas tienen. Aman el dinero, dan la alegría a cambio de dinero, dan la salud a cambio de dinero; ellos adoran el papel tosco y el metal redondo, invocan al dinero como su único dios. En la tierra del hombre blanco es imposible estar sin dinero, tienes que pagar por todo, incluso para nacer tienes que pagar, incluso para morir tienes que pagar. En la tierra del Papalagi el hombre no es respetado por su nobleza o su valor, sino por la cantidad de dinero que acumula. Siempre se está devanando los sesos para sacar mayor provecho de los bienes de la tierra y su consideración no es por humanidad, sino sólo por el interés de una simple persona, esa persona son ellos mismos. En nuestro idioma “lau” significa “mío” pero también significa “tuyo”, es casi lo mismo; sin embargo en el idioma de Los Papalagi es difícil encontrar dos palabras que difieran tanto en significado como “mío” y “tuyo”, “mío” significa que algo me pertenece por entero a mí, “tuyo” significa que algo pertenece por entero a otro. Aquellos que tienen mucho deberían dar una parte, pero no quieren hacerlo; los que no tienen quieren también algo, pero no consiguen nada. Los hombres blancos no se dan cuenta que Dios creó el mundo para la felicidad y disfrute de todos y no sólo para unos pocos, mientras el resto sufre penalidades y necesidades. Dios no quiere que uno tenga mucho más que otro o que alguien diga: “estoy de pie bajo un rayo de sol y tú debes permanecer a la sombra”. Los Papalagi, aunque se llaman a sí mismos hijos de Dios y tienen su fe confirmada en escrituras sobre esteras, todavía sus enseñanzas les son extrañas, incluso aquellos que hablan sobre ellas. Los Papalagi retan a Dios, pero Dios es más fuerte que ellos y decide quien muere y cuando sin importar su riqueza.
El misionero dijo: “Dios es amor”, esta es la razón por la que el hombre blanco reza al Gran Espíritu, pero el misionero nos ha mentido. Sé que el Gran Dios nos ama más de lo que los ama a ellos, que nos llaman salvajes, palabra que evoca imágenes de animales con colmillos, carentes de alma. No se entiende donde radica el mérito de la cultura que ellos llaman civilizada, que alinea a su propia gente y les hace falsos, artificiales y depravados. Debemos estar agradecidos por no conocer los pecados y horrores de Los Papalagi.
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