Teoría de la falacia:
Se articula dentro de
un sistema de prácticas que define la expresión moral de una ideología. Divulgada
con estilo y énfasis perfectamente consciente, la socialización de la sospecha espuria
y la insidia alevosa produce un efecto tóxico orientado a envenenar el estado
de ánimo de la opinión pública.
Mienten, ¡no importa!, tienen sus medios de propaganda. Mienten,
¡no importa!, tienen su curia domesticada. Mienten, ¡no importa!, tienen sus adeptos
incondicionales. El
servilismo y el fanatismo se dan la mano, se apoyan, se retroalimentan.
Propagan, por interés malevolente o por ignorancia reaccionaria, la enfermedad
de las mentiras. El virus se contagia rápidamente entre aquellos predispuestos
al contagio. Penetra en la mente provocando dolencias con síntomas
característicos: repudio de la lógica, crítica maniquea, tópicos ambiguos,
pobreza de razonamientos, proclamas demagógicas, actitudes repulsivas,
simplificaciones delirantes y descrédito de lo auténtico.
Políticos arribistas,
corruptos y embusteros, y periodistas
serviles, manipuladores y cobardes se abrazan sin escrúpulos, hasta la próxima
traición a la verdad.