No abraza el recuerdo
ni muere de amor la nostalgia.
No existen océanos de pétalos de rosas
ni las olas tienden puentes de plata.
No envejece el desengaño
ni abandonan las huellas del dolor.
No todos los lamentos merecen la misma piedad
ni traspasa la agonía todas las paredes.
No se disfrazan de luto los ojos
ni se honra a los muertos alabándolos.
No hay islas de los bienaventurados
ni Campos Elíseos de almas en vilo.
No lloran los buitres
ni es el cardo la flor de la pena.
No aúlla el viento en jaulas de oro
ni lleva la libertad fuego en las manos.
No germinan espontáneas las ideas
ni las utopías son ciegas.
No vuelan las voces de los pueblos oprimidos
ni atiende la justicia a las sombras del mediodía.
No disparan flores los fusiles
ni abaten cadáveres de cera.
No empuñan las manos inocentes dagas asesinas
ni abomina el odio de las desgracias ajenas.
No es la derrota la victoria de un mal sueño
ni hiere la fiebre de los secretos amados.
No viste el futuro velos de niebla
ni la salvación sotanas negras.
No hay murallas infranqueables
ni ocultan laberintos los espejos.
No ondean banderas transparentes
ni propagan los himnos el eco del silencio.
No mana el agua de la verdad
ni hablan las piedras.
No es apariencia la muerte
ni la vida un instante inconcluso.
No padece de vértigo el límite del mundo
ni la nada se asoma al vacío.
No se plantan los versos en la tierra
ni las metáforas brotan de la boca de Dios.