jueves, 31 de marzo de 2011

APOTEGMA (29)

La risa anémica del impertinente no degrada el arte del payaso.

domingo, 27 de marzo de 2011

ABASSE NDIONE; “RAMATA”.

 Tres nombres, África, Senegal, Ramata; un continente, un país y una mujer imbricados en la fábula que relata un cuentacuentos por poco más de una botella de vino y un paquete de cigarrillos. Oído al parche: había una vez un lugar donde ningún pueblo tenía preeminencia sobre otro, donde los ancianos gobernaban en consejo con sabiduría y conocimiento velando por la independencia, la prosperidad y la paz; pero un día aquella vida legendaria cambió, primero llegaron los exploradores, luego los comerciantes acompañados de los negreros y por último los temibles conquistadores que cambiaron todas las reglas, alteraron las estructuras sociales, dividieron los reinos e instalaron en el poder a jefes déspotas, incompetentes y corruptos; en un fragmento de esa tierra sumida en la decadencia y el oscurantismo, se zarandea una mujer agraciada por la naturaleza con un físico de hermosura deslumbrante, una beldad de ébano a la par de la Afrodita griega, la Venus romana, la Astarté fenicia o la Aurora indoeuropea; una belleza devastadora y enigmática marcada desde su infancia por la costumbre, tan aberrante como socialmente admitida, de la ablación, usanza tradicional que la condena a la frigidez, condición contra la que se ha revelado durante toda su vida con traiciones, engaños y mentiras; la esposa sumisa y fiel, madre atenta, pilar de la familia, guardiana del hogar, es una señora egoísta y promiscua que en los numerosos amantes que trotan en su lecho no busca el amor, lo que la obsesiona es encontrar el placer sexual; la dama rica y respetable es fría y calculadora, un espíritu satánico que induce a cometer actos de funestas consecuencias sin sentir remordimiento, ni responsabilidad, ni culpabilidad alguna, sea la víctima de su capricho homicida un pobre diablo en el cumplimiento de su deber; a fin de cuentas cómo atreverse a poner una denuncia contra un mandamás en un país en el que no consta la igualdad ante la ley, y si es necesario se compran a los testigos, se compran los falsos testimonios, se cambian los certificados de defunción, se manipulan los informes de la autopsia, se paga para evitar las engorrosas salpicaduras; las palabras envueltas en fajos de billetes siempre encuentran oídos dispuestos a escucharlas, el dinero calla bocas, olvida memorias, barre conciencias; en un país donde la gente es pobre de solemnidad la muerte de una persona en circunstancias incoherentes puede ser un buen negocio para la familia, quien tiene hambre quiere comer, quien está cansado anhela descansar, quien tiene sueño desea dormir, quien nada tiene ambiciona tener lo suficiente para vivir con decoro. Pero ni los muros altos y recios, ni los vigilantes armados y uniformados son capaces de proteger a los habitantes de los barrios ricos de que se cumpla su trágico destino. 

miércoles, 23 de marzo de 2011

MICROPOEMA (27)

Oxidan la desgracia
los colores imprevistos
del porvenir huidizo.

miércoles, 16 de marzo de 2011

APOTEGMA (28)

A la ignorancia le son indiferentes los beneficios del conocimiento.

domingo, 13 de marzo de 2011

WANG WEI & PEI DI; “POEMAS DEL RÍO WANG”.

Dos poetas nacidos bajo el manto temporal de la dinastía Tang (618-907), período memorable para las artes y las letras, considerada la edad de oro de la lírica china; época en la que la poesía supone un componente habitual tanto de la vida privada como de la gubernativa; para aprobar los exámenes imperiales que permiten ejercer cargos en la administración los aspirantes a funcionarios deben demostrar su destreza poética. Dos amigos unidos en el Tao, que se encuentran en el remoto y agreste valle de Wang (refugio de eremitas y gentes sencillas); allí establecen su lugar de reposo a la orilla de un remanso del río que bautiza al territorio; albergue oculto, solitario y silencioso: una cabaña escueta con lo justo para sobrellevar los ciclos de ayuno: un mortero donde preparar las hierbas, la tetera para cocinarlas, una hamaca y libros; sin nada más, así vivió largos retiros Wang Wei, músico, calígrafo, pintor afamado (funde la poesía y la pintura de tal modo que cuando miras las copias – no quedan originales- de sus cuadros lees poesía y cuando lees su poesía ves los cuadros), honorable ministro tocado por la riqueza que distribuía en generosos donativos entre los monasterios budistas, alma herida asiste a la muerte de sus seres queridos (su esposa, su protector, su madre), místico, maestro que ha inspirado a generaciones de poetas, frondoso árbol de raíces profundas cuya sabia nutre la sensibilidad creativa del amigo y discípulo Pei Di. Apartados del fragor del mundo, integrados ambos en la misma atmósfera espiritual, de respeto a la naturaleza, de ensimismamiento anímico, de gozo de una existencia contemplativa; silbando canciones, tocando el laúd, componiendo y recitando versos sentados a la sombra de los sauces, remando en el lago, compartiendo el sendero de la gloria sin pretensión ninguna de perdurar.
 
Se respira el aire puro, fresco; las hojas caen, la lluvia purifica el bosque de bambú, los pájaros emigran en otoño, los campesinos lavan la seda en la ribera del río; los ladridos de los perros, el eco de las voces lejanas y el sonido tenue de las campanas rompen el silencio de las desiertas montañas. Se suceden las estaciones. Los perfumes y aromas, los sonidos y los colores del paisaje obligan al paseante a detenerse, a sentir, a escuchar y a dejarse envolver por la nostalgia, por la tranquila languidez del entorno poético y de las ilustraciones presentes.

La luz de la Luna brilla iluminando el embarcadero en la noche; la vida es una ilusión.

miércoles, 9 de marzo de 2011

MICROPOEMA (26)

Los ojos hablan solos
predispuestos
a dar comprensión
(doloridos)
enterrando las traiciones
en fosas de sollozos.

jueves, 3 de marzo de 2011

APOTEGMA (27)

Honesto con uno mismo. Honesto con los amigos. Honesto con los enemigos. Honesto en la alegría y en el dolor, en la justicia y en la injusticia, en la vida y en la muerte… No hay que dejarse viciar por la dicha cínica de una sociedad deshonesta.