Canto a la vida, al momento, al ahora; el pasado se fue inadvertidamente, la primavera de la juventud se tornó en invierno sin darnos cuenta; se desliza el tiempo inevitable escapándosenos de las manos, no podemos moldear el destino a nuestro antojo, el futuro no existe (¡qué importa la eternidad!) sólo tenemos el presente, este instante, disfrutemos de él con alegría porque no sabemos que nos deparará el mañana y es posible que la felicidad no vuelva a repetirse. ¡Gocemos!, y que mejor para el gozo que acompañarnos con una copa de vino, ayuda excelente para soportar la existencia, olvidar las desgracias y aliviar las penas. Más que un imperio vale una copa de buen vino (el vino y la alegría son las dos grandes ofrendas que nos hicieron los dioses). El vino es el elixir de la utopía. El paraíso es el lugar de los enamorados y los bebedores, donde además de las hermosas huríes, la leche y la miel también brinda el licor de la uva, pero por qué esperar a alcanzar el edén si podemos disfrutar en esta tierra de unas jarras de vino solazándonos de la naturaleza junto a los amigos. ¡Gocemos sin ataduras!, bebamos antes de que se rompa la copa. Sólo somos un fragmento insignificante en el devenir del universo; antes que nosotros y después de nosotros el día y la noche seguirán su curso. Nos vamos y otros vendrán a ocupar fugaces nuestro lugar.
domingo, 3 de octubre de 2010
OMAR JAYYAM; “RUBAYAT”.
Canto a la vida, al momento, al ahora; el pasado se fue inadvertidamente, la primavera de la juventud se tornó en invierno sin darnos cuenta; se desliza el tiempo inevitable escapándosenos de las manos, no podemos moldear el destino a nuestro antojo, el futuro no existe (¡qué importa la eternidad!) sólo tenemos el presente, este instante, disfrutemos de él con alegría porque no sabemos que nos deparará el mañana y es posible que la felicidad no vuelva a repetirse. ¡Gocemos!, y que mejor para el gozo que acompañarnos con una copa de vino, ayuda excelente para soportar la existencia, olvidar las desgracias y aliviar las penas. Más que un imperio vale una copa de buen vino (el vino y la alegría son las dos grandes ofrendas que nos hicieron los dioses). El vino es el elixir de la utopía. El paraíso es el lugar de los enamorados y los bebedores, donde además de las hermosas huríes, la leche y la miel también brinda el licor de la uva, pero por qué esperar a alcanzar el edén si podemos disfrutar en esta tierra de unas jarras de vino solazándonos de la naturaleza junto a los amigos. ¡Gocemos sin ataduras!, bebamos antes de que se rompa la copa. Sólo somos un fragmento insignificante en el devenir del universo; antes que nosotros y después de nosotros el día y la noche seguirán su curso. Nos vamos y otros vendrán a ocupar fugaces nuestro lugar.