sábado, 16 de octubre de 2010

EVELYN WAUGH; “LOS SERES QUERIDOS”.

Si juntamos a un grupo de ingleses vinculados a la clase media acomodada tendremos un club en este caso de criquet, lugar de encuentro, islote donde mantener vivas sus rancias costumbres, apoyarse mutuamente en la hipocresía y entre copas de brandy despotricar con altivez de la zafia rusticidad de la sociedad que les acoge; esto es así ya sea en Bombay o en Los Ángeles adonde llegaron los protagonistas de nuestro cuento para hacer fortuna, atraídos por los dólares de Hollywood (meca de ordinariez y de riqueza). Laureados poetastros y escritores de mediopelo con el Sir delante del nombre se ganan las habichuelas elaborando guiones cinematográficos para estrellas femeninas sex-symbol prefabricadas (que según las necesidades de la taquilla cambian de raza o de religión como de rubia a morena) o intentando abrirse camino en el duro arte de la figuración. Pero la vida es cruel, desagradecida, no respeta grados ni categorías y de la comodidad del despacho se puede pasar a ser un mandao en una funeraria de animales o tomar las de Villadiego celestial colgándose de una lámpara, expiando la vergüenza del caballero caído en desgracia. Trágico suceso que pone en acción al círculo inglés, hay que celebrar un entierro con toda la pompa y circunstancia que el ilustre decano del club merece. Para organizar el evento se elige una distinguida funeraria ubicada en la copia arquitectónica de una antigua mansión inglesa de la época eduardina: usted diga lo que desea gastar y ellos se encargan de todo, incluso el lugar que debe ocupar en el cementerio “El claro de los susurros”. (Hay quien se queja, no sin razón, que se gastan más dinero en enterrar a parientes que han odiado toda la vida que a sus animales de compañía a los que han profesado verdadero cariño). Y en éstas estamos cuando surge el amor interesado entre una ingenua maquilladora de cadáveres (profesional como la copa de un pino, capaz de dejar al más deteriorado de los fiambres tan lustroso como un joven playboy) y el miembro del club inglés encargado de los trámites del obituario y de componer la oración fúnebre, un dandi trepa (que estudia para clérigo por correspondencia) dispuesto a conseguir sus pecuniarios propósitos a fuerza de engaños, plagios y mentiras. Como en todo buen vodevil las historias se entrelazan hasta llegar a un final …

Tragicomedia de humor negro (parece infantil en la época del gore), sátira social sutil e irónica en la línea de la mejor tradición de la literatura humorística inglesa. Se lee con el mismo bienestar cotidiano que se toma una tacita de té con pastitas.